365 días… después
La carne aún sigue al rojo
vivo
por una muerte que la golpeó;
es un paralelismo convergente
de un corazón vivo y uno muerto
uno herido y otro en silencio
La carne aún sigue abierta
en silencio… en silencio…
Durante todo este año… viví y morí varias veces.
Me cuesta mucho hablar del tema, pero necesito hacerlo. Y no elijo
precisamente hoy, porque lo sienta como un día particular; el dolor es y ha
sido siempre el mismo, la añoranza es y ha sido siempre igual. Particularmente,
elijo este día porque creo en los círculos; hoy un círculo se cierra en el
calendario, el primero de muchos. Tengo razones para alegrarme y también de las
que me hacen entristecer… pero tengo razones, y eso ya es mucho.
Hace exactamente un año atrás, toqué el fondo. Aún no sé el fondo de
qué, pero si sé lo que sentí: esa angustia tan grande que te hace sentir
perdido, sin rumbo, sin ganas, sin razones.
Desde ese día, no hubo una sola tarde en la que no me acordase de él. A veces
soltando lágrimas. A veces soltando sonrisas. Pero siempre acordándome… de él y
de la lección de vida que estaba aprendiendo.
Han pasado trescientos sesenta y cinco días desde que se fue. Y lo
extraño mucho, muchísimo. Pero, también, lo tengo más presente que nunca. En
todo lo que hago y no hago. Porque de su ausencia decidí aprender y dejar de
caer: hoy valoro mucho más la vida, con sus malas y sus buenas.
Hace ya algún tiempo, escribí el siguiente verso: “Hay cosas que no se
irán…”. Parece muy simple y sencillo, pero esconde un montón de sentimientos,
reflexiones y golpes en la cabeza. A lo largo de este año, tuve que comprender
que el dolor que pasé y que pasó, no se va a borrar. Las horas saladas y las
fotos que jamás se podrán sacar, nunca se van a ir de mi alma. Pero hay almas,
personas, momentos, que tampoco se irán. Hay “cosas” buenas y malas que no se
irán… y por suerte no se van.
365 días… después, solo puedo dar las gracias. A los que han estado por
estar. A los que no han estado, por hacerme dar cuenta quiénes son. A los
silencios que me he podido regalar y a las tormentas que me ayudaron a buscar
nuevas formas para calmar. Y sobre todo, gracias a él. Gracias por pasar por
acá de vez en cuando… en silencio… en silencio…