Hola. ¿Cómo estás? Si, ya
sé. Hace mucho que no hablamos así. Que no nos miramos directo a los ojos y nos
decimos lo que pensamos el uno del otro. ¿Y qué? El tiempo no existe. Estoy
aquí y ahora, eso vale para mí. ¿Para ti?
No sé por qué dejamos de
vernos. Quizás fue el deseo de querer mejorar o volverse más profesional. No lo
sé. El asunto es que nos alejamos, y eso me hizo muy mal. Creo que a vos
también, al menos eso noto. Por eso estoy acá, de vuelta. Porque quiero que nos
hablemos como solíamos hacerlo. Tocarnos en mil palabras huecas pero bien
llenas de sangre (si, ya sé. No puedo evitar entrar en aquello que nos separó.
Perdón).

Quiero contarte mil y un
soles. Quiero decirte todo sin decirte nada. Quiero contarte mis días y mis
desamores. Tal vez ahí está el problema… ahora ni siquiera tengo de esos
latidos. Estoy consumido. ¿Te acordas cuando te dije que estaba “sobrio”?
Bueno, creo que llevo demasiado tiempo en esta cordura inapetente. No sé cómo
salir. Tampoco sé si quiero hacerlo. Así estoy más cómodo, más liviano, más
tranquilo. Pero, igualmente, sé que ese sabor de vivir de a dos… está allí, que
podría ser mío y dejarme ser cielo en pleno invierno.
A veces me pregunto qué
fuimos (no, especialmente, qué somos, porque esto que somos, o en realidad “no
somos”, no me interesa). ¿Amigos? ¿Amantes? ¿Almas unidas por un mismo
relámpago? No lo sé. Solo sé que fuimos y por eso me lamento. ¡Cómo anhelo
volver a ser! Ser cómplices en las verdades y en las mentiras. ¿Dónde quedaron
aquellas horas de personajes de pocas tuercas y con sabor a realidad? Ahora
todo nos es ajeno. Ahora todo nos sabe a lejanía.
Hola. ¿Cómo estás? Hablame…
por favor.
Muy bueno. Cordura inapetente... me quedo con esas palabras. Me pasó de estar así un montón de veces! Esperemos que respondan esa última pregunta :) besote
ResponderEliminar