¿Qué? No me mires así. Yo no
fui. Fuiste… ¿vos? No sé quién fue. No creo que haya sido alguien, sino más
bien algo. Bueno, no sé. ¿Por qué debería habernos pasado algo? O sea, sí, algo
nos pasó; ya no somos lo que éramos. Pero ello no implica que haya tenido que
pasar algo, puede simplemente haberse dado así.

Lamentablemente es así. Allí
se trata de decir la verdad y de ser fiel al lector. Contigo… contigo solo
somos tú y yo. Y la fidelidad solo tiene lugar si el corazón así lo indica.
Allí lo único que escucho es el borboteo ansioso de un montón de teclas
políticamente correctas. Entre nosotros… podía escuchar al mundo siendo mundo y
vida. Tú y yo éramos vida y a la vez mundo; perdidos entre las letras jamás
había problemas ni llamadas para rectificar información.
Nada estaba bien o mal; las
cosas eran y vivían para siempre. Ahora solo escucho diferentes miradas de lo
mismo, todas velando por sobre sus intereses. A veces me encuentro escribiendo
sobre algo que ni siquiera entiendo… y tampoco comprendo a quién podría
interesarle. Una realidad tan cercana pero lejana a la vez. Un universo que nos
miente sin importar lo que hagamos. Y, mientras tanto, al alcance de nuestra
propia alma, vive el encuentro más sincero de todos; el del papel y la
sinceridad con uno mismo.
Son distintos. Cada uno con
su pasión. Pero yo te extraño. Te extraño a vos. Con tus oraciones largas e indefendibles y con tus desordenes de tiempo. Te extraño con tus personajes y con
tu lejanía de la realidad; extraño esos viajes en el tiempo al alcance de un
verso. Extraño vivir a través de otros… y que todo concluya en un sueño al
final del último párrafo. Extraño esos días en los que los asesinos no eran tan
malos… porque también respiraban. Extraño esos tiempos en los que los malos
podían hacerse buenos y los buenos más buenos. Extraño que el sol se derritiese
sin que nos diéramos cuenta.
Extraño escribirnos sin
pensar. Escribir y sentir. Escribir y vivir. Escribir… y solo escribir.
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