domingo, 8 de diciembre de 2013

"Testamento a la palingenesia"

No hay nada como morir
para volver a vivir.
Quizás ese sea
el único camino,
el más directo
y el más doloroso,
pero el único camino
que asegura luz
después del fin.

Hojas, letras y algunos libros
es lo único que redacto
y aconsejo conserven,
que no sean tomados
como regalos de un ya no está;
vivencias de un vida
que aún maltrecha
supo encontrar
la avenida al mar.

No hay nada como morir
para volver a vivir.
Dolores, tristezas, guerras,
todos bajo un mismo
y malherido sol de silencio
que conservado en si mismo
tragó heridas viejas
y las remachó con puñaladas nuevas.

Hundido, ligeramente frío
tendido sobre un colchón
que solo sabía de castigos,
allí dormí días y tardes
por no nombrar las noches
esas de pesadillas y sal
amargas al alma,
dulces al fin en si mismo.
Porque un duelo
debe sufrirse sufriendo.

Tal vez no haya
moralejas diluyentes
ni vasos mal llenados,
pero aquí, de frente
a un ataúd que espera
y a una vida que aguarda,
poco importa el resultado:
dolió y eso no cambiará,
ardió y eso nunca se irá.

Firmo y ensobro,
me miro envejecido
y con el alma resquebrajada
no por siete ni trece años:
toda una vida con el saco herido,
no saludo… no hay tiempo,
no respiro… no hay por qué,
no miro atrás… ellos, ya no están.
Entro y cierro,
me silencio vencido.

Abro y salgo,
miro a un lado
observo al otro,
toco el pecho y busco:
allí está el vacío
que ahora sellado
pero aún abismo
irá conmigo al mañana
directo a la vida
que me ha estado esperando.

No hay como morir
para volver a vivir. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario

¡gracias!