En los últimos días, en este
interminable marzo, descubrí un par de cosas relacionadas con el amor que me
gustaría decirte, solo porque sé que a vos te gusta escuchar las cosas que
tengo para decir sobre los asuntos más trascendentales o tontos de la vida.
El amor es como las
tormentas: algunos las odian, otras las desean con toda su alma; algunos bailan
deseando su llegada, otros ruegan que jamás los azote; algunos piden que nunca
termine, otros ya no saben qué hacer para que se detenga; algunos disfrutan de
bailar bajo sus encantos, otros se esconden para no verle la cara; algunos le
sacan fotos y las guardan con mucho cuidado, otros prefieren vivirlas y
después, con el tiempo, olvidarlas para siempre; algunos las saborean con
concupiscencia, otros se acuestan a dormir la siesta mientras les golpea con
fuerza en la ventana del frente.
Más allá de los vientos y
las gotas caprichosas, hay otras cosas que me gustaría decirte: por ejemplo,
¿sabías que el amor es como el chocolate? Sí, igual, incluso hasta más parecido
al chocolate que el propio chocolate. Algunos disfrutan de su sabor y su
textura, mientras que otros prefieren tenerlo lo más lejos posible y ni
siquiera olerlo por casualidad. Algunos se regocijan con la cosquillosa
sensación de recibirlo como un regalo, al tiempo que otros se desviven por
encontrar todas aquellas cosas que no lo contengan ni por asomo. Algunos se
bañarían en él y dejarían que hasta sus recuerdos más añejos se tiñesen con su
esencia, mientras que otros desearían que nunca jamás alguien lo hubiera
descubierto y puesto nombre, para que solo fuese uno de esos misterios que los
humanos no quieren probar por el miedo –bien justificado– a desilusionarse.
Lamento decirte que, al
igual que marzo, el amor, por más eterno que parezca, tiene un final: pero,
¿quién dijo que el amor no es como abril, como mayo e incluso como junio? ¡Y
todos los que siguen después! Eso es el amor: un par de días que pueden
volverse meses, años, décadas. Un par de sueños que pueden volverse besos,
sábanas, batallas, novelas. Un par de caminos que pueden juntarse y no elegir
separarse –o no poder hacerlo, aunque todo el resto del mundo así lo quiera–.
Por ahora no tengo más nada
que decirte. Pero pensá en lo que te dije.