sábado, 30 de enero de 2016

"El primer amor"

El primer amor
nos cala tan hondo
que se cava su propia fosa,
allí donde no existe el olvido
y el tiempo solo hace cosquillas.

El primer amor
nos hace sufrir tanto
que el corazón se expande y madura,
al punto de que vive el dolor
y se besa con la incipiente esperanza.

El primer amor
nos llena tanto y tan poco
que el alma se divide en dos,
una mitad llora por lo que fuimos
otra mitad sonríe en sus propios recuerdos.

El primer amor
nos envuelve en sus sueños de plata
que poco saben de compartirse con los demás,
porque el mundo nos abraza
y ya no nos quiere soltar.

El primer amor
nos emborracha tanto en su azúcar
que no trepa por las ideas,
el futuro solo existe en un “juntos”,
el ayer solo valió la pena porque fue la “espera”.

El primer amor
nos engaña tan mentiroso
que las verdades se nos olvidan,
escribimos con nuestra sangre inocente
y borramos con nuestras miradas ausentes.

El primer amor
nos seduce tan seductor
que olvidamos que existen los espejos,
porque en él habita la única razón
esa que nos da sentido a los dos.

El primer amor
es tan primerizo
que siempre quiere llegar primero,
primero existe, después piensa
y primero ama, después se marchita. 

miércoles, 20 de enero de 2016

"Que ella vuelva a sonreír"

Hoy el cielo se levantó triste. Igual que ayer. Igual que antes de ayer. Y viene levantándose con la sonrisa desdibujada desde hace varios días. Una voz que llenaba todos los vacíos… se calló de repente. Y desde entonces, nada ha vuelto a ser igual. Pero tampoco distinto. Simplemente no es. Como si el mundo se hubiese detenido sobre su silencio.

Aquella alegría que giraba sobre sí misma y que irradiaba sonrisas al mundo… ¿dónde se esconde? ¿Dónde está esa niña con los cabellos coloridos y el alma clara? ¿Hacia dónde se fue aquel canto de sirena que llenaba las tardes con coco y limón? ¡El mundo no merece seguir girando sin las caricias de la dulce inocencia del arco iris! Aunque todos crean que la vida ha seguido con su camino… deberían ver que, en realidad, no ha habido azúcar con la que construir horizontes.

Algunos dirán que exagero. Que perdí la cabeza y que nada de lo que digo tiene sentido. Y para no ser menos que sus críticas, les diré la última de las verdades: desde que ella dejó de brillar, hasta una parte del Sol se apagó. ¿No lo creen? Deténganse un minuto al atardecer y descubrirán lo que les digo. Ese momento exacto en el que el cielo se alinea con el agua y puede escucharse al tiempo mientras se enamora de la noche… ese momento preciso en la historia de los días, ya no existe. Es como si el día pasase directo a la oscuridad, sin dejar esos minutos llenos de aplausos y de instantáneas llenas de amarillos, anaranjados y rojos. Ese momento en el que el Sol se acerca más que nunca a los mortales y les susurra que “todo es posible”… ya no existe.

­­Pero no vine a esta hoja con el objetivo de lamentarme. Heme aquí, con la tristeza en las manos y la esperanza en los ojos. He venido a expresar el más grande de todos los rezos. La más firme de todas las promesas. Y el más arriesgado de todos los juramentos. Con un único propósito: que su voz vuelva a retumbar en cada rincón del mundo; que su alegría vuelva a ser el origen de tantas sonrisas; que sus pócimas de miel y canela vuelvan a invadir lo áspero del cielo; y que el Sol vuelva a llenar las almas de los hombres con la calidez de sus caricias desinteresadas.

Así, aquí va mi rezo…

Santas dichas que no veo
que por ser hombre no entiendo,
aquí vengo con el corazón marchito
y con las palabras como única arma,
desde ya adelanto mi arrogancia
y pido perdón por mi pasado,
pero anhelo se me escuche como un pecador
que no busca el perdón ni la eterna vida;
soy un asesino inexperto
que suplica por la vida de su última víctima.

Benditos cielos que todo lo pueden
escuchen, por favor, mis lamentos
y por el bien del mundo que han creado
atiendan mis súplicas por el bien ajeno.
Se trata de un simple pedido mortal
que apela a lo más hondo de sus milagros,
allí donde la humedad se vuelve vida
y la vida se tiñe de destino.
Ruego desde lo más profundo de mi dolor
que el Sol pueda volver a ser luz
y que la luz se contagie entre los necesitados.

He aquí mi petición más abundante,
sin rimas ni mentiras piadosos:
dejen llover de sus almas
un relámpago tan puro y tan azul
que de un solo golpe terrenal
encienda lo más hermoso de su alma rubia;
que el sabor eléctrico de sus reinos
se encargue de devolverle las esperanzas
y de sembrar en su dolor una sonrisa;
que la tormenta sea tan mortal
hasta el punto de que sus angustias amorosas
mueran una por una bajo su mirada verde
y así el mundo despierte
cuando en su alegría vuelva a girar.

Porque el mundo no merece vivir así
sin sus sonrisas, sin su caminar indiscreto;
por ella no merece vivir así
con el alma herida, con la desgana hecha vida;
porque su reino necesita un milagro
que haga de la muerte una primavera
y del tiempo un amigo;
porque ya no sé qué hacer o decir
para que su vida vuelva a ser vida
y mi dolor pueda morir con su dolor.


Solo eso. Simplemente eso. Nada más que eso. Tan simple como eso. Que ella vuelva a sonreír… incluso si mi muerte es el precio a pagar.

jueves, 14 de enero de 2016

"Una lágrima vive entre nosotros"

Una lágrima vive entre nosotros
recordándonos un tiempo muerto
humedeciendo lo áspero del dolor,
y es esa misma lágrima que nos une
el veneno que tanto nos separa.

Un destino caprichoso nos enreda
entre discusiones de menta
y seducciones que laten en silencio,
y es ese mismo destino que nos atrapa
el fuego que nos refresca la nostalgia.

Una vez fuimos dos caminos errantes
marchábamos por un mundo sin horizontes
soñábamos un futuro sin expectativas,
y son esos mismos caminos que nos separaron
los que hoy se encuentran y se abrazan.

Un viento canicular nos entierra
bajo la tristeza de sus recuerdos amorosos
y nos arrebata el poco aire que vale la pena,
y es ese mismo viento que nos sepultó
el que despliega su magia y nos da alas.

Un sol que alimenta nuestras noches
canta las verdades que tanto evadimos:
“Serán uno y uno para siempre
pero siempre habrán podido ser dos”;
y es ese mismo sol el que nos tienta con su sombra.

Un verso inocente
que ya no sabe qué decirnos. 

"Ella y su silencio"

Arde lento el silencio
de tu mirada en la mía;
la humedad de la mordida
anuncia la muerte de una idea,
y el aire se vuelve un beso
que nos ahoga en su verdad.

El viento nos despoja de lo ajeno
para leernos desnudos y solos
al ritmo de una luna sin reloj
y bajo el abrazo de un verano eterno;
—¿Cuánto tiempo tenemos?
—¿Existe el tiempo entre nosotros?”.

Un fuego nacido de los sueños
trepa con sus llamas hasta el cielo
para anunciar el hambre del encuentro
y se escucha morir al murmullo urbano
cuando estamos a un soplido de distancia;
allí somos y las palabras se nos olvidan.

—¿Qué vamos a hacer con esto?
—Dejar que sea.
—¿Y las diferencias? ¿Y las discusiones?
—Que nos diferencien y nos enreden.
—¿Y si solo estamos evitando el fin?
—Entonces, escribamos una gran historia antes del punto final.

domingo, 3 de enero de 2016

"No saber; de eso se trata"

No sé qué decirte. No sé qué decirme. He estado pensando. Días y madrugadas enteras mirándome en mi propio reflejo. Preguntándome una y otra vez “¿qué pasó?”, “¿qué tengo?”, “¿qué me hice?”. Creo que todo empezó hace mucho tiempo; en algún momento de la historia, cuando algo se quebró dentro de mí. Algo sucedió en lo más profundo de mi alma… y todo cambió para siempre. Pero no lo noté. No lo había notado hasta ahora. Quizás porque hacía mucho tiempo que no sentía el silencio; en los últimos meses todo ha sido idas y venidas, con vueltas y más vueltas, y con sus soles y sus tormentas. Pero no había habido silencio. Así que recién ahora, aquí, en este momento, después de tanto tiempo, puedo escucharme con claridad. Y lo único que he podido escuchar es tan simple que me asusta: estoy muerto.

Llevo muerto días, semanas, quizás meses. Tal vez nunca llegué a conocer la vida. ¿Quién podría ser lo suficientemente inhumano como para aceptar que, quizás, nací muerto? Nadie tendría el valor de decirlo. Jamás respiré por primera vez. Nunca lloré tan fuerte que se me saliesen los miedos. Tal vez nunca abandoné la inexistencia. ¿Acaso, existo hoy? Quizás no fui más que un deseo en el corazón de alguien. Una ilusión que de tanta persistencia se volvió irrealmente real. Un viento que habló… pero que jamás dijo algo.

Recuerdo una luz. Tan brillante y tan pura que no sabía cómo llamarla. Hoy puedo decir que era una luz. Pero en aquel entonces, no sabía de convenciones lingüísticas. Y seguramente, de haberlas sabido, no hubiera estado de acuerdo en llamarla “luz”. Aquello era más que la ausencia de oscuridad. Era la oscuridad y el destello. El silencio y la tormenta. El dolor y la calma. Las mentiras y las virtudes. Era… ¿la vida? Apenas la recuerdo. Pero… creo que eso era. Aunque no lo sé, no a muchos se les da por llamar así a la “vida”. Esa palabra designa otra cosa: plenitud, perfección, pureza. Y eso no encaja con mi recuerdo de lo que era la vida.

La vida dolía a cada momento. Y a la misma vez, se sentía tibia en el pecho. Era como estar en un tiempo muerto, siempre lleno de interrogantes… pero con el deseo de buscar respuestas. Y eso no es la vida que hoy la gente aclama: sus vidas no tienen cuestionamientos, no tienen vicisitudes ni temblores. Y si existen, solo tratan de esconderlos bajo la alfombra o de espantarlos como a un buitre. Me pregunto qué sentido tiene vivir en esa eterna paz. Porque ¿es eso vivir? No lo sé. Tal vez mi diccionario no funcione bien.

¿Te acordás de mis ojos? ¿De mis pupilas profundas y mi mirada azul? Yo también. Pero desaparecieron. Se fueron. Y como consecuencia, hoy todo luce gris. Como si un dios hambriento se hubiese devorado los colores y todos mis recuerdos. Hoy estoy aquí, desnudo; porque no tengo pasado ni creo tener futuro. Y este que ves, soy yo; más muerto que nunca. Y este que no ves, también soy yo; menos yo que siempre.

Mientras tanto, no te preocupes en buscarme respuestas ni gastes tu tiempo en intentar revivirme. Eso pasará con el tiempo. Pero eso sí, déjame pedirte un favor. Quizás no sea sencillo. Seguramente no sea nada fácil. Y te enfrentará a decisiones muy difíciles. Pero debo pedirte algo. Y no puedes decirme que no. Porque si te niegas, si no haces lo que te pido… entonces, nada habrá tenido sentido. Y la muerte solo habrá sido muerte.

Por favor… no dejes que viva hasta que la vida tengo el coraje de mirarme a los ojos y decirme: “No lo sé. Nunca lo supe. Y no lo sabré”.