jueves, 17 de marzo de 2016

"Hoy me levanté"

Hoy me levanté con ganas de estar triste
de ahogarme entre mis propias lágrimas
y de echarme la culpa por tantos males
y por tantas horas que no se volvieron días.

Hoy me levanté con ganas de morir
con el deseo ferviente de jamás haber nacido
y de haber sido siempre un hilo de mortaja
y un bostezo de luna al dar comienzo la batalla.

Hoy me levanté con ganas de recordar
lo más nostálgico y anhelante de un ayer hiriente
que todavía arde en su llano olvido
que aún desgarra mi voz en su lento crepitar.

Hoy me levanté con ganas de asesinar
de arrebatarles el aliento y los sueños a los niños
y de que los ya muertos vuelvan a morir en su muerte
y de que el dolor ataque a los ya lastimados.

Hoy me levanté con ganas de enojarme
en un cólera tan hediondo y áspero
que su simple abrazo sea causa y consecuencia
de guerras y exilios y entierros baratos.

Hoy me levanté con ganas de odiar
de querer ver sufrir a quienes se lo han ganado
y con el deseo indecoroso de celebrar sepulturas ajenas
cuando el viento se cante a sí mismo su victoria.

Hoy me levanté con el pie izquierdo
pero recordé tu sonrisa sonriendo en tu rostro
y al no poder evitar sonreír en mi sonrisa
decidí abrazarte y dormir cinco minutos más.
 

miércoles, 9 de marzo de 2016

"Recuerdos de tinta"

Recuerdo que una vez
un tintero estuvo lleno
de ideas, de sueños, de ganas,
y la tinta desbordaba desde el fondo
con el aliento fresco
y el amor como su única pluma fértil.

Recuerdo cómo a veces
la tinta bailaba en su propia ceguera
al ritmo giratorio de su inmadurez,
y así pintaba versos flacos
que hablaban de mundos enamorados
y escondían burbujas egoístas.

Recuerdo días secos;
las hojas rechazaban al petróleo
que poniendo los vientos a su favor
intentaba remachar con un par de vocales
lo que solo podía curar una honda discusión;
pero nadie quiso diagnosticarlo así.

Recuerdo la falta de inspiración
y la sensación de soledad inmediata
abrazada a la hiriente angustia
que venía a azotarme todas las madrugadas;
allí cuando el silencio de la noche
se volvía una guerra de tinta contra mí mismo.

Recuerdo que una vez
un llanto se escuchó desde el tintero;
la tinta estaba desnuda y envejecida,
y ahogada entre sus propias lágrimas
susurró lo último que pudo ensamblar:
“Me olvidé lo que te iba a decir”.