–Estuve pensando… y quiero
decirte algo: yo no quiero ser tu héroe.
–No entiendo.
–Claro, eso: yo no quiero
salvarte de nada. Y menos que menos de vos misma. Sí me gustaría que sonrieras
más, que sufrieras menos, que vivieras más, por decirlo de una manera. Pero yo
no puedo ni quiero salvarte.
–Yo nunca te pedí que lo
hicieras.
–No, ya lo sé. Pero muchas
veces hablamos en términos de “curar” o que eras mi “caso más complicado”. Y en
eso estuve pensando: yo no soy tu psicólogo ni tu psiquiatra. Soy un pibe que
te ama con locura, pero nada más. Y no creo que eso me convierta en héroe.
–No… pero tu amor sí me
salvó en muchos aspectos.
–Eso es diferente. Solo vos
podés juzgar eso. A lo que voy es que no quiero estar todo el tiempo tratando
de “arreglarte” para que estés mejor: esa pelea tenés que darla vos. Yo puedo
acompañarte, darte para adelante, empujarte de vez en cuando. Pero no puedo
remar por vos. ¿Me explico?
–Creo que sí… pero no sé por
qué o cómo pensaste en todo eso.
–Es raro… tuve una especie
de sueño, algo así como una premonición mientras dormía.
–¿Cómo?
–Soñé que nos habíamos
separado. Nos soñé tristes, lejos y destruidos en corazón y mente. Nos soñé
agotados emocionalmente. Hundidos cada uno en nuestro pozo. En un pozo oscuro,
frío, muerto. No sé exactamente cómo fue que tomamos la estúpida decisión de
separarnos, pero sí sé qué nos condenó a eso: mi empecinada idea de tratar de
salvarte. Eso de creer que yo tenía que ser tu héroe. Y a eso voy: no quiero
ser tu héroe si eso implica que terminemos así.
–Pero no vamos a terminar
así… juntos para toda la vida, ¿te acordás?
–Lo sé, yo también lo
quiero. Pero eso no se va a dar ni va a suceder si no trabajamos para que así
sea. Y hoy, después de haber soñado eso, de habernos sentido separados durante
tantos meses y tantas cuadras… siento que tenemos que cambiar algunas cosas,
abandonar algunos caminos y abrir otros cielos. Sé que podemos no terminar así,
pero también siento que eso depende de nosotros: de las cosas que hagamos y de
las que decidamos no hacer.
–Yo no preciso que seas mi
héroe. No preciso que me salves de nada. Ya hiciste suficiente. Un par de
sonrisas al día, sí. Unas cuantas palabras de aliento, sí. Más de un consejo a
la semana, sí. Pero no quiero depender de tu sonrisa para sonreír, de tus
palabras para hablar o de tus consejos para actuar. Quizás, desde que te
conocí, me dejé estar… me recosté sobre la suave sensación de sentir que me
estabas llevando a un lugar mejor. Pero tenés razón: no podés ser mi héroe. Me
diste y me das un montón de cosas… pero hay muchas que las tengo que hacer yo y
vos no las podés hacer por mí.
–Igualmente, lo que hice
hasta ahora… lo hice porque te amo. Y porque amo la idea de saber que, de
alguna manera, podés ser más feliz. No quiero que sonrías para que yo pueda
sonreír más. No. Quiero que sonrías porque me entusiasma terriblemente la idea
de que puedas sentirte menos llena de dolor. No sé si me explico…
–Sí…
–O sea, si hago algo, no es
porque quiera cambiarte a vos. Quiero cambiar cómo te sentís. Y ese es el
asunto, tal vez: quiero cambiarlo, pero no debo hacerlo. Eso tenés que hacerlo
vos. Puedo ayudarte, puedo hacer algo al respecto, pero no puedo ni debo hacerlo. Te quiero así como sos. Te
quiero así de rota. Pero quiero ver menos nubes en tu corazón.
–Ya me has ayudado más que
cualquiera en toda mi vida… y creeme que eso es mucho decir. En realidad, nunca
nadie se había esmerado tanto en mí, así de raro como suena… ¿Y sabés qué?
–¿Qué?
–En vos veo algo que nunca
había visto en nadie.
–¿Qué?
–Vos ves en mí lo que no
hay, pero que sabés que puede estar. O que quiere estar. Yo quiero ser feliz.
Al menos, no quiero sufrir tanto. Y vos creés en mí. Creés que yo puedo
lograrlo. Y quizás, a lo largo de mi vida, me crucé con personas que terminaron
resignándose a que esta era mi forma de estar en el mundo. No todos supieron
ver cuánto dolor había y hay en mi interior. Por cuántas cosas sufro todos los
días. Y vos sí te tomaste el tiempo para verlas, vivirlas, entenderlas… y para
confiar en mí.
–También hay otra cosa que
quiero decirte.
–¿Qué?
–Muchas veces hablamos,
aunque suene incongruente, sobre nuestros silencios…
–Sí…
–Bueno, hay algo que quizás
nunca dije, pero que sí pienso. No es malo vivir en silencio. No es malo no
saber qué decir o no querer decir nada. Pero sí creo que eso se vuelve en tu
contra cuando el no decir algo implica que sufras o que alguien no sepa lo mal
que te sentís.
–Ya sé…
–No, pero en serio. No
quiero que sientas que pongo palabras en tu boca. Si trato de que me hables, de
que me digas esto o aquello, no es porque quiera obligarte a algo. Es porque
estoy convencido de que hablar te va a hacer bien.
–Lo sé…
–No quiero cambiarte. Lejos
de eso. Me enamoré de vos así. Como sos. Como no sos. Y sé que siempre vamos a
encontrar la manera de encastrar.
–Entonces… ¿no vas a ser mi
héroe?
–No, pero igual voy a ser el
que te besa al final de la película.
"Hero" - Family of the year