domingo, 28 de abril de 2013

"Del cielo al agua de Japón"

El crepúsculo se debilita a lo lejos,
pierde, deshabilita rayos de luz,
oculta los rojos, naranjas y amarillos.
Admira el siniestro final,
añade el último vistazo ingenuo
y simplemente muere con la lluvia otoñal.

lunes, 15 de abril de 2013

"GAME OVER"


Queda terminantemente prohibido
dejar caer una lágrima,
permitir que grite el dolor,
hablar en este silencio,
mirar de ojos abiertos,
dar el primer paso hacia el perdón,
escapar sin decir lo que se piensa,
vivir con esta tristeza en el alma.

Que la sorpresa sin serpentinas
no arruine la bacanal,
que los tiranos vestidos de amigos
no bailen sobre nuestros logros,
que el día no se apague
por un par de dedos sin frente,
que el niño no crezca
por el desdén de almas hipócritas.

Adiós dije ayer
sin aún conocer,
adiós digo hoy
habiendo conocido.

miércoles, 10 de abril de 2013

"Explícito = Aburrido"


Rogando no ser explícito
aterrizo en el papiro desnudo
y cuento hasta diez.
Me aseguro y vuelvo a verificar
que las ganas inspiradas
son suficientes y maduras
para quedarse en un solo latido
y vivir unidas a la tinta carcelera.

Miro hacia ambos lados
y comienzo.
¿Acaso es enero
en este otoño de ciudad?
¿Dónde han ido a beber
las ánimas de mis amigos?
¿Fue mi primer amor
el último de los amores?
Solo hay silencio
cuando se cae por el barranco,
el silencio de uno mismo
hundido en su solitaria necedad.

Agito la pluma
y continúo campo adentro.
Recuerdo vagamente
aquellas lunas con las que imaginaba,
una más amarilla que la otra
y una con más historias que la anterior,
cada estrella tenía su razón
en mi cuaderno adolescente,
¿con qué motivo he crecido
y aprendido de mis errores
si ya no hay ensayos
en los que aplicar moralejas?

Arrugo, lloro y vuelvo a abrir:
no me rendiré.
Caer no significa morir,
hundirse no es perderse,
perderse no tiene que ser malo
y lo malo
no tiene por qué saber feo.
Volverán los versos solares
y volverán los relámpagos azules,
volverán las noches de canela
y volverán los silencios reflexivos.
Lo explícito ahora es aburrido.

domingo, 7 de abril de 2013

"Allí viene... y aquí estoy yo, _ _ _ _ _ _ _ _ _ ..."


Advierto en estas primeras líneas, invocando a las más vitales y futuras consecuencias que ya puedo ver expresadas en letras, que el contenido que vendrá en los renglones subsiguientes será completamente empalagoso, romántico al punto tal de ser el más cursi de todos los discursos y aún más, prometo esconder alguna rima atrevida como guiñada a los más grandes literatos del amor en verso. Advierto, entonces, a aquellos quienes los contenidos sobre el amor, no saben o no pueden digerir con facilidad. ¡Cuidado lector, ten cuidado!

Ahora que te encuentro en este segundo párrafo, puedo deducir que has sido lo suficientemente valiente para asomarte al precipicio, o, por el otro extremo, lo suficientemente cobarde como para leer de reojo lo que venía después y encontrarte allí con mi bienvenida. De cualquier forma, felicitaciones por seguir. Aquí, mi valiente o tímido lector, voy a contarte una historia de mentira y una mentira de una historia. Aquí voy a revelar mi asombro y mi agrado, al descubrir y vivir uno de los mitos más antiguos de la historia. Y no hablo del casamiento, ni del noviazgo, ni de la amistad, y aunque suene raro, tampoco voy a hablar del amor como sentimiento maduro. Remando lenta y cariñosamente, avanzaré hacia lo mares de algo mucho más sencillo y hermoso; ¿posible o no? Ya lo veremos.

Las teorías sobre su real existencia o potencial desarrollo son varias y susceptibles al paso del tiempo y los sentidos. Como bien dijo alguien una vez: “cada uno de los sentidos, interroga al mundo a su manera”, y así, es posible que este fenómeno surja. Cada sentido hace lo suyo. Cada sentido hizo lo suyo. Sus labios ni muy rojos ni muy rosados fueron lo primero en abrocharse a mis ojos. Luego, vino su sonrisa grande como el cielo y se hizo un lugar al lado de sus labios. Casi instantáneamente, el sonido, ¿y qué digo sonido?, la música emanada de su boca logró atarse a mis oídos hasta el punto tal de desnudarme la piel con un “hola”. La despedida que siempre tiene un gusto amargo, esta vez, tuvo un toque distinto. El adiós fue la razón suficiente para hundirme en el perfume de su piel blanca y transparente. El adiós fue la excusa caída del reloj para rozar su mejilla con la mía y así sentir que el mismo cielo, baja de las alturas y se abraza a mi rostro. ¡Hermoso adiós que dio fortuna a mi tacto y olfato!
Una vez más, recuerdo la advertencia del comienzo: ¡cuidado con estos versos, cargados de azúcar sin café!
Se preguntarán ustedes por la manera en el qué el gusto interrogó a su esencia. Pues bien, esa es la pregunta que no tiene respuesta, sino conclusión. La conjunción de los demás interrogatorios dio paso a la percepción del sabor. ¡Y qué sabor! Indescriptiblemente pálido, sangriento, juvenal y jubiloso, natural y empedernido, del mismo cielo y del mismo infierno, único en su especie y reiterativamente de tilo, me sabio su esencia misma en la boca del estómago hasta la comisura de mis labios.

Más allá de lo poéticamente biológico, influye e influyó una cuestión social y moral, ineludiblemente apetecible. ¿Quién es capaz de captar la atención de un alma errante con tan solo caminar por delante de su presencia? ¿Qué milagro tan bien bendecido es capaz de matar al hombre para revivirlo y ser el (ella) la causa de su vuelta a la vida? ¿Qué combinación tan armoniosa y perfectamente conjugada es capaz de detener el paso del tiempo con tan solo entrar en la habitación? La respuesta eres tú. La respuesta, mis queridos lectores, es ella. Hermosa actitud que te balanceas de un lado al otro. Hermosa actitud que pasas de largo y saludas con los ojos callados. Hermosa actitud que respira el mundo y lo vuelve divino.

Algunas veces pienso al verla cosas como: “no me mires así”, “no te rías así”, “no me hables así”, “no camines así”, “no no me mires así”. Me tildan de tonto, bobo y mal enseñado, pero igualmente, no puedo evitar morir y resucitar cuando haces esas cosas. Porque de esos momentos sencillos y triviales me alimento. Porque de tus costumbres me vuelvo adicto. Porque de tu existencia me inspiro.

No voy a decir en ningún tono de “las cuatro estaciones” que siento que te conozco de toda la vida, ni que te vi en mis sueños, ni que ya te conozco de mis vidas pasadas. Definitivamente no. De ese constante descubrimiento es que me enamoro todos los días. De ese no saber que siempre resulta en sorpresa, es que vuelvo a elegirte a cada segundo. De ese desconocimiento pasado, presente y seguramente siempre un poco en el futuro, es que vivo sabiendo que tendremos un mañana: cada momento tendrá un sabor distinto. ¡Gracias a la vida por recién traerte a mis orillas!

Y aunque en realidad, poco hablemos, puedo decirte a ti, y también a ustedes mis queridos lectores, que sus silencios son los que hacen posible todo este despilfarro de latidos rojos. Pocas veces coincidimos en nuestras rutinas, y hasta el momento, debo confesar, que jamás hemos tenido la oportunidad de huir del reloj fuera de nuestras comunes cuatro paredes. Somos fruto de un carcelero encuentro que muere al mediodía. Somos simplemente números que coincidieron en un mismo tiempo. Somos una ella y un él, que tan desconocidamente, acudieron al mismo puerto, por el mismo viaje, en el mismo barco, con los mismos deseos y con el mismo destino.

No le he dicho todo, pero en minutos asomarán sus piernas por la puerta de en frente y no puedo perder ni un solo momento. Ya puedo sentirla caminar por entre la multitud apagada. Allí viene… y aquí estoy yo, enamorado a primera vista.