Por lo general, no hago
esto, pero hoy, tengo unas ganas insufribles de hacerlo. ¿Quién te crees que sos? Estoy cansado de reproducir los discursos que querés escuchar. Estoy más
que agotado de remar contra un mundo que te ladra al oído y que tomás como
verdad absoluta. Yo no vivo en ese mundo. Y desde acá, yo no creo tener todas
las razones perfectas. ¿Por qué vos sí? ¿Qué te pasa? ¿Por qué tenes que darle
muerte a quien solo intenta darte querendad? Pero tranquilo, hoy tus armas se
me han vuelto punto final. Hoy, dejo de ser el estúpido que responde a una bala
con un abrazo de sol.
Vos cavaste esta fosa
nublada. Regué durante mil y un mañanas un prado que jamás me sonreía. Y lo
regué con agua, sol, palabras e incluso oportunidades y razones mal dadas. ¿Y
qué sucedió? La misma piedra me volvió a golpear. Una y otra vez, en el mismo
lugar. Allí donde la estupidez se vuelve falsa amistad. Yo me tragué tus
discursos baratos. ¿Y sabes qué? Vos te volviste barato. Te volviste uno de
ellos. Ellos que buscan motivos donde jamás los hubo. Ellos que inventan
charlas acusadoras donde siempre hubo silencio. Ellos que ensamblan guerras que
solo atacan y jamás escucharon respuestas.
Hoy te suelto la mano. Hoy
te dejo flotar a la deriva. Hoy te dejo hundirte en ese mundo que vos elegiste
y volviste a elegir una y otra vez sin que nadie te obligara. Hoy me voy con
una herida entre mis manos que aunque duele como un infarto, sé que no dolerá
más. Nunca más. Se acabó. Hoy le digo adiós a tus cuentos hediondos y tus miradas
sabiondas.
Y así como llegaste, te
invito a retirarte.