Me pregunto cuándo habrá
sido el momento exacto en el que me enamoré. La historia es longeva y de apuro
a la misma vez. Me pregunto cuál fue el momento preciso en el que todo cambió:
cuando el cielo se tiñó de sus ojos y en el mundo solo se escuchó el borboteo
tibio de su voz. ¿Cuándo, cuál, dónde habrá sido? Las teorías no alcanzan.
¿Cuando la lluvia comió su
maquillaje y su piel quedó al natural, quizás?
¿Cuando las palabras se
volvieron aquel primer silencio que pedía un beso a los gritos, puede ser?
Me pregunto y me doy cuenta
de que la cuestión no vale. Me enamoré y me enamoro todos los días: es una
historia que alguna vez comenzó, y mientras siga la tinta corriendo de nuestros
corazones, ya no importa saber ni cómo ni cuándo, sino solo seguir narrando
juntos.