sábado, 19 de diciembre de 2015

"Carta para un alguien"

Querido alguien,

esta es una carta sin destinatario; y si preguntan, seguro tampoco tiene remitente. Porque no soy yo el que escribe. Es alguien. Un sujeto que ya no sabe cómo decir las cosas. Alguien que puede pensar las palabras pero no sabe cómo ordenarlas, ni cómo decirlas. Así que este, el que aquí escribe, definitivamente no soy yo. Que quede claro. Y esta carta no está dirigida para vos, ni para vos, ni para vos.

Estoy quebrado. Y no me refiero a la falta de dinero, ni a que alguien me haya recomendado estar con la pierna en alto. Tengo el alma dividida no en dos, ni en seis, sino en tantas partes que no quiero contarlas. En realidad, quizás el problema sea que no puedo contarlas. Es como si cada una de esas partes se hubiese ido tan lejos que no puedo reconocerla. Cada persona, cada momento, cada célula de tiempo se quedó con una parte de mi vida; y hoy, aquí, destrozado, no sé por dónde empezar a buscar. No sé dónde buscarme. Y tal vez el problema no es que esté en demasiados lados, sino que no estoy en ninguna parte.

Ya lo mencioné: este no soy yo. Aunque creo que el mayor de mis problemas es ese: creer que este no soy yo. ¿Quién es el que no puede tomar entre sus manos el amor más sincero y dejarlo fluir hasta que se vuelva sangre? ¿Quién es el que se oculta en su propia mentira para hacerse del mundo un lugar mejor, olvidándose de que a cada engaño se vuelve peor? ¿Quién es el que nunca se conforma con el universo que vive a sus pies? ¿Quién es el idiota que estando vivo, solo piensa en los beneficios de la muerte? Me da miedo creer ese sea yo; pero en el fondo, creo estar muy seguro de serlo.

¿Qué es la madurez? No lo sé. Y si lo supiese, tampoco sé de qué me serviría. Así como no sé de qué me sirve tenerla colgando de mis ojos. Siempre escuché que los ojos son la puerta al alma: y si lo primero que la gente piensa cuando me ve es “¡qué maduro!”, solo puedo pensar “¡qué tristeza!”. Si mi alma solo es capaz de hablar sobre la parte dura del camino, esa que me hizo crecer de golpe, ¿de qué valieron tantas lágrimas de aprendizaje y moralejas? Si no puedo estar lleno de alegrías, sueños, aventuras… y de inmadurez, ¿de qué vale la vida? ¿Acaso ser maduro me ayuda a amar? ¿La madurez es capaz de hacer que un abrazo me cambie el día? ¿La madurez me puede llenar de felicidad en tan solo un segundo? ¿Ser maduro puede darme alguna de las cosas por las que vale la pena vivir? No lo creo.

Tal vez me habré equivocado una y otra vez en las maneras en las que he dejado que me amen. Pero no puedo creer haber sido tan idiota de haber hecho mal lo único que creía que hacía bien: amar. Siento que he amado de la manera menos amante que uno puede amar: amando en el futuro. Pensando en el mañana. En lo que vendrá. En lo que la otra persona sentirá. Y en lo que sentiré. Así no se puede amar. Si no se ama con los pies puestos en el presente más cercano, en el beso del ahora, en el cosquilleo del estar juntos en cuerpo y alma, entonces ¿qué se hace? No lo sé. Pero aunque pique como amor, ese no es el amor que yo quiero. Quiero amar amando el momento. Amar sin restricciones. Amar sin moralejas. Quiero un amor inmaduro. Uno que me golpee hoy y hoy mismo me acorrale entre la humedad del perdón. Quiero un amor que no tenga miedo de terminarse y que simplemente viva por amar hoy, hoy y hoy. Quiero que mañana sea ahora. Y que así, como vital consecuencia, amar hoy, sea amar mañana. Solo así vale el amor.

Recuerdo que esta carta no tenía remitente ni destinatario. Pues bien, ahora lo tiene. Esta carta es de mi parte y va dirigida hacia mí. ¿Me escuchás? Sí, vos. Tenés que dejar de escapar. Dejar de escaparte. La vida te da la oportunidad de encontrarte y no volver a perderte. Es el momento de comenzar a ser sincero y a vivir en el presente. Llegó la hora de que de soñar se transforme en vivir. Y que vivas hoy. Ahora. En este preciso momento. Llegó el momento de mirarte a los ojos y que con las pocas agallas que te quedan, puedas decirte toda la verdad: este que está aquí, pensando en todo lo que ha hecho mal, y viviendo en el pasado del error, ese, este, no sos vos. No soy yo. Porque yo solo vivo en el presente. Y todo esto no ha sido más que pasado y un casi futuro. Y yo, no soy más que un aquí y ahora, que por más que amenace a cada segundo con hacerse historia, siempre vuelve a hacerse presente.

Solo voy a decirte una cosa más: no te atrevas a responder esta carta si no tenés la certeza de que vaya a recibirla hoy mismo; porque no sé si estaré vivo mañana. Y tampoco creo que valga la pena estarlo.
Sin más que decir,
¿yo? 

jueves, 10 de diciembre de 2015

"Debes volar"

Debes volar,
volar tan alto
que el mundo olvide tu sombra.
Volar,
volar tan lejos
que el tiempo se canse
y se duerma al esperarte.
 
Debes crecer,
crecer como un niño
que tiene el mundo delante.
Crecer,
crecer como una estrella
que un día despertará siendo sol.

Debes luchar,
luchar tan fuerte
que escuche la muerte.
Luchar,
luchar tan convencida
que nada te arrebate las esperanzas.

Debes gritar,
gritar tan hondo
hasta que hable tu alma.
Gritar,
gritar tan estruendoso
que espantes todas las tormentas.

Debes vivir,
vivir tan presente
que jamás te sientas ni ayer, ni mañana.
Vivir,
vivir tan sonriente
que no viva la muerte.