miércoles, 28 de agosto de 2013

"Brotar de nuevo (siempre se puede)"

Ponete estos lentes
y mirá
y aprendé.

Débil y asustado
nace el brote en la tierra,
se encuentra solo
y a veces rodeado de más grandes,
pero allí está,
recién nacido
y con la esperanza
aún sin lastimar
.

Comienza a abrirse
y le cuesta entenderse,
pero pasan los soles
y poco a poco aprende
qué lo lastima
qué lo hace sonreír
qué significa que esté más verde
y qué es esa flor
que quiere salir de su estómago.

Pronto se vuelve fuerte,
rudo contra los vientos
y perseverante cuando no llueve.
Pronto se vuelve más firme,
toma lo que puede sin pensarlo;
ya nadie cuidará de él más que él mismo.
Pronto se mira pies abajo
y se descubre solo y más grande:
¿cuándo se le habrá ido la primavera?

Un día como cualquier otro
se da cuenta que ya es invierno,
le duelen las raíces
y la tierra ya no le da lo que necesita.
El viento lo empuja con furia
y la fiebre le quema en el tallo.
Hazme semilla
para volver a brotar
”, le pide al cielo.
Y nadie responde, y nadie detiene la tormenta.

El sol se apaga de golpe,
el aire se siente más seco
y la tierra que lo abrigaba
ahora es dura y brillante
más oscura que el cielo
más abrigada que el pasto.
Está completamente desnudo,
frío, solo, tieso y sin alimento.
Algo se acerca y lo mira,
se acerca todavía más
y le arranca la cabeza:
el sufrimiento se va
el hambre se sacia de golpe
la sed desaparece en la humedad.

Abre sus ojos verdes
y comienza a descubrir:
hay brotes a sus costados,
hay árboles cerca
y hay un manantial
que emana vida líquida
sin que nadie lo detenga.
Y sin darse cuenta,
se mira a si mismo
y no se reconoce:
le han cortado los problemas
directo desde la raíz
y ha vuelto a ser brote
con la esperanza
aún sin lastimar
.


Sacate los lentes
y mirame
y decime:
¿entendiste? 

martes, 27 de agosto de 2013

"Carta para mi mismo (y a quien se sienta involucrado)"

Sé bien que nadie lo hace con mala intención, que es un reflejo, una costumbre impuesta (de buena gana) por la sociedad. Pero también creo que a veces, las respuestas son evidentes. Más en mi caso. Más si supuestamente me conocen (como dicen algunos...). La cuestión, es que me pica escuchar todos los días un "¿estás bien?", o un "¿cómo andas?". La respuesta es evidente. Se ve en mis ojos. Se lee en mis versos. Se escucha en mi voz. Pero por si no te diste cuenta... no estoy bien. Estoy pasando por el peor momento de mi vida, en todos los sentidos. ¿Exagerado? No lo sé, yo lo siento así. ¿Quién puede discutir sobre los sentimientos de alguien? ¿Acaso alguien tiene esa potestad? No lo creo. Siempre manifesté no creerlo así.

Tampoco quiero hacer reclamos. Quizás los hice en el primer párrafo, pero olvidenlos. El dolor es demasiado, y a veces no sé cómo controlarme. He hecho y dicho cosas de las que no estoy orgulloso. No he tenido las reacciones reflexionadas y premeditadas, que tanto me caracterizaban. Pero, a veces me pregunto, ¿este soy yo? ¿soy yo, realmente? No entiendo cómo después de tantas alegrías juntos, todo el cielo se cayó de golpe. ¿Por qué no se cayó solo un pedacito? ¿Por qué tuvo que caerse todo? Tal vez, justamente, esa sea la respuesta: después de tantas cosas buenas, tenían que venir muchas cosas malas. Pero, ¿es justo eso? ¿es justo y necesario que las cosas sean así? Me duele y me cuesta creer que toda felicidad termine en una puñalada al alma. Me resigno a creer que las cosas siempre serán así. 

No reprocho, pero si me duele la ausencia de algunos y algunas, que me gustaría tener más cercanos. Creo que a veces se olvidan de las tantas veces que les dije "no estoy bien" como respuesta a su alienado "¿cómo andas?". Me duele en el alma que no se acuerden, que siempre tenga que volver sobre la misma triste historia. Pero ojo, no me duele por decir "no me prestan atención", me duele por pensar que yo si haría eso por ellos; yo hice eso por ellos. Pero esto no me conduce nada más ni nada menos que a los mismos renglones que lleno de frustración, escribía allá por el 2010, cuando "Confesiones de Invierno" era el lugar de mis inquietudes, de mis dolores, de mis alegrías y mis sonrisas fingidas. ¿Será que camino en círculos? 

Muchas veces... ya no sé qué creer. No sé si seguir peleándola. Si algo heredé de quien me dio la vida, fue el optimismo. Siempre lo tuve. Aún lo tengo. Pero eso no quita que me cueste seguir adelante. Levantarme cada mañana no es solo difícil por el sueño, hay algo que me empuja con fuerza hacia el colchón y no quiere que me levante. Todas las mañanas, en mi mente, en mi corazón, en mi alma, se propaga una batalla de las más duras y solitarias: seguir o morir.

Sufro, y lamentablemente, lo hago en silencio. Porque creo que un abrazo que cumple la función de antídoto, no debe pedirse ni rogarse, debe llegar solo, debe llegar por el deseo del otro, porque de lo contrario, no surtirá efecto. Y también lloro en silencio.
Quizás me vaya al monte, allí a donde huyó Martí cuando la guerra lo invadía. Quizás me vaya a la selva, allí a donde huyó Quiroga cuando su mente le decía cosas que no quería oír. Quizás me vaya al cielo, como un alguien con su como y su por qué, hizo una vez, harto de vivir en un mundo sin vida.
(¿si esto es un grito desesperado de auxilio? si, tal vez lo sea).

"¿Me escuchas?"

No hay palabras,
no hay melodía,
no hay mirada,
no hay abrazo de oso,
no hay recuerdos
que calmen tan amargo dolor
que apacigüen el sufrimiento.

Cuando un alma se va
con ella
se van silencios cariñosos,
se van manos que nunca huían,
se van reflexiones
que a nuestro favor siempre jugaban,
se van besos
y se van puñaladas,
se van los pasos
que una vez dejaron huella a nuestro lado,
se va lo que era un mundo
que ahora es solo silencio en el silencio.
Muchos dicen
que el tiempo cura todo,
que una vez que las lunas pasen
el alma sana
y todo vuelve a empezar,
¿pero saben qué?
Yo no quiero sanar.
Yo no quiero curarme.
Porque así no estoy bien
pero sin la enfermedad
de recordarlo todos los días
en cualquier rincón
a causa de cualquier rutinaria bobada,
sin eso cosquilleo que arde,
estaría peor,
estaría muerto,
estaría dibujando mi futuro
y borrándolo con la otra mano.

Quizás alguna vez
haya preferido
“decirte adiós”,
pero hoy, ahora,
por más que lo quiera,
el adiós no surge,
la despedida no nace,
porque no puedo,
no quiero
no es eso lo que necesito.
Necesito que camines a mi lado
quejándote del tiempo
y de la inseguridad.
Necesito que me hables
de esas cosas que no me interesan
pero que me gusta verte contar.
Necesito que me escuches
esas cosas que solo vos
sabías escuchar.
Necesito que cuando despierte
pueda ir a algún lugar a buscarte
y caminemos juntos
y riamos juntos
y lloremos juntos.

No hay “te quiero”,
no hay “estoy con vos”,
no hay “te entiendo”,
no hay “vamo’ arriba”,
no hay “hay que seguir”,
no hay nada
que sane este dolor,
no hay nada
que haga que deje de extrañarte,
no hay nada
que no me haga necesitarte,
no se ha inventando cura
que venza a la muerte
y te devuelva a mis días,
tal y como todo era ayer
y antes de ayer
y antes de antes de ayer…

¿Me escuchas? 

sábado, 17 de agosto de 2013

"¿Alguna vez dije...?"

Llegan letras
y dirás que escondidos
viene números sin tilde…
llegan soles y guitarras.

¿Alguna vez dije
lo tonto que he sido?
Creo que no lo suficiente.

¿Alguna vez dije
lo mucho que te olvido?
Creo que no he mentido tanto.

Sin saber ni querer saber
el por qué de tantos regresos
siempre vuelvo al mismo río,
quizás porque no estuve demasiado,
tal vez porque aunque sufra
una gota de falsa esperanza
sabe mejor que mil días sin sol.

¿Alguna vez dije
que nunca dejo de quererte?
Te quiero de la forma que me pidas.

¿Alguna vez dije
que quisiera volver a ser niño?
Para volver a pedalear tus pasos.

There is no one compares with you…

jueves, 15 de agosto de 2013

"Charla con Dios"

Lamento mis modales (no he dicho amén), o tal vez no lo hago, aún no lo sé. Si sé que he venido a decirte las cosas como son, como yo las entiendo, como yo las sufro y lloro día a día. Una vez mi abuela me dijo que a las personas buenas, le pasaban cosas buenas. Y que a las malas, tarde o temprano, o le pasabas cosas malas, o se les presentaba la oportunidad de ser buenas. Al año siguiente, ella murió. Y lo entendí y lo sufrí: los viejos algún día morirán.

Ese fue mi primer encuentro con el dolor. Fue un puñal que caló tan hondo en mi pecho, que todavía duele cuando respiro agitado. Pero la herida sanó. Y claro que dejó huella; la gente no se olvida de la gente. Pero seguí adelante. Caminando por la vida con un ángel en el cielo. Sintiendo el sol brillar un poquito más que antes.

El tiempo siguió corriendo y yo seguí caminando. Conocí la amistad y el amor, aprendí a sonreíry aprendí a llorar un poco menos (quizás eso no fue bueno), descubrí la mentira y sus consecuencias; las buenas y las malas, adquirí conocimientos útiles e inútiles, me busqué y no me encontré, me perdí y sin quererlo me vi a mi mismo solo y con heridas en el alma. Allí, cuando me encontré amargo y estúpido, le di un giro a mi vida rogándote por oportunidades de cambio en base a  mi voluntad. Y bondadoso y amigo, me diste la oportunidad de girar mi vida. Y allí todo mejoró: llegaron más sonrisas, más amigos, más besos de apuro y formas de aprender.

Al tiempo, otra alma dejó mi vida. Una tía cansada de lucharla, partió rumbo a tu reino con los ojos cerrados. Y el puñal nuevamente se hundió en mi cuello. El dolor fue tan grande, que el aire me sabía a veneno en la sangre. Y de ese modo, no como lo hubiese querido, mi vida volvió a quebrarse. Me volví más fuerte, me cerré para mi mismo y me prometí que no volvería a llorar. Sería fuerte para mis seres queridos. Sería un abrazo silencioso que no sufre ni se acobarda. Y claro, no estuvo bien haberlo hecho. Pero las cosas así fueron.

Pero seguí caminando, de frente y de la mano con mis amigos. Y con el tiempo, volvieron a llegar nuevas sonrisas, volvieron los desconocidos que se vuelven grandes amigos e incluso me enamoré. Y como si tus dedos se hubiesen agitado sobre el reloj, sin darme cuenta, me encontré despidiendo un ciclo de mi vida. Con esperanza le dije adiós. Con temor te pedí que no me dejaras solo. Con alegría, miré todo lo hecho y le sonreí a los que ya no estaban.

Reglas son reglas: todo lo bueno quedó atrás, y el dolor, volvió a caer sobre mis hombros. Y te metiste con quien me dio la vida. Tu soplo venenoso entró en el alma de quien es mi vida. Un día, mientras llorábamos juntos, ella me miró a los ojos y me dijo: “Creí que a las personas buenas, le pasaban cosas buenas. Creí que era buena…”. Y allí, el mundo se me vino abajo. Toda certeza, todo cimiento, todo conocimiento y olvido, se precipitó al vacío. La tierra se rajó en dos y la fiebre me trepó por la espalda hasta volverse ardor en el corazón. No supe qué decirle. No tenía respuesta. Solo sabía que ella si era buena: no conozco persona más buena.
Aquí estamos, peleándola día a día. Remando contra la corriente. Quebrando todos los obstáculos que se presentan. Pero no salimos del pozo. Un paso hacia delante es como volver dos hacia atrás.

Allí ya comencé a cuestionarte. A preguntarme si sabías lo que hacías. Dejé de creer en tus “representantes” y me entregué a tu voz. Y hablamos mucho, vos lo sabes. Me escuchaste y me respondías a tu manera. No te escuché, y seguiste allí a tu manera.

Pero tu juego no termina, no acaba jamás. Un día entendí, que tu sed jamás será saciada. Te llevaste sin aviso a quien sabía leerme la mirada. Lo tomaste entre tus dedos y lo arrebataste de mi vida, de la vida de sus amores y sus amigos: te lo llevaste sin permiso. Y el dolor se hizo fuerte una vez más. Aquí sigue, apretándome el corazón. ¿Y sabes qué? Ya no te entiendo.

No entiendo a qué estás jugando. No entiendo tus por qué.
Creo en vos, ambos lo sabemos bien, pero ello no quita que ahora estemos peleados. Porque no puedo entender tu razón para llevarte a alguien tan joven, a alguien que aún no había vivido, a alguien, que también era de los buenos.

Me gustaría que bajaras y hablemos. Que me mires a los ojos y me expliques por qué. Porque ahora, hundido en este dolor, sufriendo un puñal más en lo que va de mi corta vida, no lamento decirte que no te entiendo. Y en este momento, no sos ningún amparo ni resguardo. ¿Y sabes qué? No temo darte la espalda. No temo decirte que no. No temo que no me escuches. Porque ahora, con tanta tristeza pegada a mis ojos, siento que jamás estuviste allí. Lamento (¿lamento?) no poner las cosas en la balanza. Lamento, un poco tal vez, no compensar las lágrimas con las sonrisas que me has dado. Pero, ¿sabes qué? Dudo de poder tener los suficientes recursos, como para equiparar las cosas. Es demasiado el dolor. Es demasiado el sufrimiento. Es demasiado el desentendimiento.


Hoy, ahora, en este momento, siento que me abandonaste. 

martes, 13 de agosto de 2013

"Jamás diré adiós"

Pocas cosas duelen tanto como perder a un ser querido. Pocas personas cavan tan profundo en nuestra alma, que nos dejan una huella que jamás podrá borrarse. Pocos días nos golpean tan fuerte al punto tal de solo ser pensados e inmediatamente provocar lágrimas en nuestras pupilas tristes.

Jamás estaré preparado para decirte adiós. Jamás dejaré de llorar nuestros silencios tontos. Jamás miraré hacia el mar y podré evitar verte en cada ola que rompe a mis pies. Jamás silenciaré al viento cuando tu voz se haga cómplice de la primavera para recordarme que aún estoy vivo y lo debo valorar. Jamás taparé tu sol con el dedo.
Fui tonto y me arrepiento. Fui culpable de muchas de tus sonrisas tímidas y no lo lamento. Fui un guerrero que en silencio también peleaba tu batalla y ahora creo que debí gritar más cerca del frente enemigo. Fui generador de mis propios enojos basados en tus silencios y también lo lamento. Pero también fui tu amigo, y por eso te agradezco.
Miro el cielo y me recuesto sobre el pasto. El azul se funde con el celeste y este se une al blanco. Acaricio el aire que me palmea la espalda. Cierro los ojos y te veo reír entre números y letras. Me levanto y camino hacia el horizonte. ¿Promesas? Si, una. Tal vez dos. 
Jamás te olvidaré. Jamás la dejaré sola.

jamás podré decirte adiós.

martes, 6 de agosto de 2013

"El silencio desde el cielo"

El silencio es tan profundo
cubriendo la lúgubre niebla
que los sesos arden
estremeciendo la noche.

Tan áspera es la prudente omisión
que no hay salida
pero tampoco necedad:
bonanza de pieles sin ecos.

Sofocado primero,
me hundo y desplomo
y reanimo después
al calmar el arrebato.

Resuena un corazón
en algún saco malherido,
como pasos firmes y errantes
que van pero no volverán.

Se regocijan los quejidos
por al fin ser escuchados,
porque había otros motivos
que sí eran dignos de noticiero.

Jadean dormidos
los que están en paz con el viento
mientras otros susurran latosos
entre plumas y paredes.

El vacío aumentó mientras tanto:
el ardor vuelve asesino
reclamando atención
por ser amo y esclavo de un mismo señor.

Una madre que no dio a luz,
una puerta que no se abrió a tiempo,
un viejo que olvidó guardar el cambio.
Clandestinos entre hielo y hedor.

Suena el primer rayo
y como si fuese antídoto
la niebla se va, los sesos dejan de picar,
y el silencio empieza a abrirse.


Muere la calma
y la ciudad se entrevera:
allí queda otra noche
caminando por el cielo.

sábado, 3 de agosto de 2013

"Cayó la última lágrima"

Tuvo que pasar
más de un cielo
por debajo del puente,
si, quizás demasiado,
pero el clic llegó,
ya cayó la última lágrima
y murió la última flor.

Estuve postergándolo:
en la escuela no era necesario,
en el liceo resultaba aburrido,
y ahora, me veo obligado;
es justo y necesario.
Los miro por última vez,
les sonrío y doy gracias.

Me alejo tres pasos
me doy la vuelta y los vuelvo a mirar:
un tiro en la frente para cada uno.
Adiós bicicleta aún con rueditas.
Adiós rabietas por el baño.
Hola problemas ajenos.
Hola realidades más reales que el rey.

Llegó la hora.
Ya no lo puedo evitar.
“Borrón y cuenta nueva”,
“caminar al futuro”,
“dejar los autitos”,
“no más horas de la pavada”;
madurar.


Llego tarde.