martes, 6 de agosto de 2013

"El silencio desde el cielo"

El silencio es tan profundo
cubriendo la lúgubre niebla
que los sesos arden
estremeciendo la noche.

Tan áspera es la prudente omisión
que no hay salida
pero tampoco necedad:
bonanza de pieles sin ecos.

Sofocado primero,
me hundo y desplomo
y reanimo después
al calmar el arrebato.

Resuena un corazón
en algún saco malherido,
como pasos firmes y errantes
que van pero no volverán.

Se regocijan los quejidos
por al fin ser escuchados,
porque había otros motivos
que sí eran dignos de noticiero.

Jadean dormidos
los que están en paz con el viento
mientras otros susurran latosos
entre plumas y paredes.

El vacío aumentó mientras tanto:
el ardor vuelve asesino
reclamando atención
por ser amo y esclavo de un mismo señor.

Una madre que no dio a luz,
una puerta que no se abrió a tiempo,
un viejo que olvidó guardar el cambio.
Clandestinos entre hielo y hedor.

Suena el primer rayo
y como si fuese antídoto
la niebla se va, los sesos dejan de picar,
y el silencio empieza a abrirse.


Muere la calma
y la ciudad se entrevera:
allí queda otra noche
caminando por el cielo.

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