domingo, 22 de febrero de 2015

"Carta para una tú"

Querida tú,

¿cómo estás? Me parece que hace tiempo que no nos encontramos. Al menos, hace mucho que no nos vemos como solíamos vernos: charlando en el silencio de la tarde. Claro está que ni tú ni yo lo quisimos así, pero así sucedió. Nadie dice que nos amemos menos. No, al contrario. Si estoy aquí y ahora, tipiando a estas horas de la tarde es porque te amo como hace mucho tiempo no lo hacía. Y, claro, porque quiero saber cómo estás.

Hemos estado muy ocupados en el último mes como para mirarnos directamente a la cara. ¿Es cierto que te teñiste de azul ese mechón del que tanto dudabas? De ser cierto, me gustaría verlo de inmediato. ¿Por dónde andas? Recuerdo la última vez que anduvimos por ahí. Había olvidado mi reloj en tu mesita de luz, así que nunca supimos a ciencia cierta cuánto tiempo estuvimos vagando juntos. Quizás eso era lo más dulce de aquello: caminar en la profundidad del sin tiempo, sin apuros, sin obligaciones ni atrasos. Deberíamos volver a visitar la esquina en la que nos conocimos sin darnos cuenta. Y volver a probar aquel té de manzana que nos abrió el corazón sin decirnos nada.

¿Sabes qué se me antoja en este momento? Además del té, claro está. Uno de tus pastelitos de coco y limón. ¿Cómo van los burletes que compramos para el horno? Espero que las tortas hayan dejado de desinflarse como las ruedas de mi bicicleta la última vez que me escapé para decirte “hola”. ¿Te acordas de tu cara cuando asomé de puntillas por la ventana de la cocina? Estaba empapado y muerto de frío. Nunca me voy a olvidar de cómo se sentía el aire a tu alrededor: coco, limón y vos. Fue la primera vez que probé uno de tus pastelitos. ¡Así me enamoraste! Bueno, no, solo así no. Pero qué ganas de comer uno de esos ahora mismo.

A esta altura debes de estar quejándote por mi vieja costumbre de no hablar de mí. Bueno, te voy a dar el gusto de saber de mí (pero en la medida justa, no me presiones). Estuve ayudando a una joven con su escritura. A eso me he dedicado el último mes. Y no te haces idea de la experiencia fascinante –y por momentos desesperante– que fue hacerlo. Guiándola por entre sus propios renglones, descubrí un montón de cosas de mi mismo. Y en ese proceso, me fue inevitable pensar en vos siendo vos. En cómo soñábamos juntos con escribir nuestro libreto y verlo cobrar vida cada jueves en la noche sobre los escenarios del centro. Cada vez que imaginábamos juntos… era como si el mundo se detuviese sobre nosotros y sacara apuntes acerca de lo que pensábamos. Sería lindo juntarnos y reírnos de las notas que nunca llegamos a desarrollar.

Volviendo a la joven, debo decirte que es una chica encantadora. Al principio la idea de enseñarle a alguien lo que siempre defendí que no se puede enseñar, me resultaba bastante molesta en el bolsillo. Pero, como ya te mencioné, en el proceso me di cuenta de que ella me enseñó muchísimo más de lo que yo pude haberle ayudado. Y la mejor paga de todas era su sonrisa cada vez que caía la tarde. Verla sorprendida por sus logros y sonriente por mi orgullo, me hicieron dar cuenta del verdadero valor de esas “clases”. Pero, al fin y al cabo, esas horas pegado a renglones ajenos, fueron las que nos distanciaron. Por ello las dejé atrás. Y aquí estoy de vuelta. Con la hoja en blanco y la tinta intacta. Con los sentimientos de antes pero con más entusiasmo. Esta vez, terminaremos de escribir juntos nuestra historia. Además, con lo que te he enseñado (y tú a mí) en el último mes, todo se nos volverá más fácil. Las palabras saldrán solas de nuestras venas. Y cuando queramos acordar, estaremos disfrutando de vernos en letras.

Bueno, el tiempo se agota y estás por terminar el último ejercicio antes del gran día, así que mejor voy concluyendo. En unos minutos volveremos a ser tú y yo. Los de antes. Los de siempre. Ha sido increíble vivir esto contigo, pero te extraño a ti. A la sonrisa inquieta que siempre anda saltando a mi alrededor. Me alegra haberte podido ayudar. Pero, ahora, es tiempo de volvernos a encontrar.

¿Vamos a caminar y tal vez, si la lluvia no nos gana, a tomar un té de manzana?

Con un creciente amor,
yo. 

viernes, 20 de febrero de 2015

"¿Me explico?"

Algunas veces me miras
preguntándome en tu silencio
cuándo y cómo
nos enamoramos tanto;
¿qué puedo cantarte?
Aún no hemos besado cielo
que sea techo de este brote rojizo.

Solo puedo decirte
un par y medio de cosas
que volando llegan a mis manos…

Si tú sonríes, sonrío.
Si tú sueñas, sueño.
Si tú me amas, te amo.
Si tú buscas, busco contigo.
Si tú temes, te cuido.
Si tú vuelas, vuelo.
Si tú vas al cielo, allí somos dos.
Si tú cantas, escucho.
Si tú hablas, sonrío y escucho.
Si tú vives, vivo.

¿Me explico? 

domingo, 8 de febrero de 2015

"Me gusta cómo me gustas"

Me gusta cuando tu boca
complementa a la mía
en palabras y en encuentro,
porque tus labios se adelantan
a mi necesidad vital;
vivir de a dos.

Me gusta cuando tus ojos
se confunden entre los míos
siendo un único mar eterno:
allí nos perdemos y no volvemos
allí charlamos y volamos
allí todo tiene sentido.

Me gusta cuando tus manos
encajan sin darse cuenta en las mías,
porque así me siento en mi hogar
rodeado de cielos verdes
y sabiendo la única verdad:
somos vos y yo, y nadie más.

Me gusta cuando tus pasos
se vuelven huellas junto a los míos
bajo un mismo sol de febrero:
allí va pintándose nuestra historia
como una foto a la que volveremos
para sonreír aún sonriendo juntos.

Me gusta cuando de repente
me acuerdo cómo me gustas.

viernes, 6 de febrero de 2015

"Aunque sea por un verso"

Un montón de letras
que no voy a entender jamás,
no por falta de sinapsis
ni por pocas ganas de buscar;
el mundo vive allí
y es tan distinto
que me duele de solo pensar.

Necesito aire del bueno
ese que no me mentía
ni me complicaba las noches,
necesito quitarme estos zapatos
y descansar en lo llano de la paz
hasta volver a ser distinto;
me igualé y ya no soy igual que antes.

¿Y la luz?
¿Y la salida?
Déjenme respirar
aunque sea por un verso.