domingo, 24 de julio de 2016
sábado, 9 de julio de 2016
"¿Cuándo nos volveremos a ver?"
¿Qué me queda por
escribirte? ¿Qué me queda por decirte? ¿Acaso ya no lo he dicho todo? Creo que
inventé las mil y un maneras de decirte las cosas que quería decirte, en los
más diversos y enredados lenguajes, que se volvieron un desafío hasta para los
más adictos a la semiosis ajena. No creo que ya nada pueda sorprenderte, porque
no me creo capaz de volver a reinventarme en el intento de demostrarte todo lo
que siento por vos. Sin embargo, este, a su manera, no es más ni menos que otro
intento de ello.
Anoche, casi sin darme
cuenta, me encontré sonriente mientras volvía de la oficina. El frío silencio
de la noche se me pegaba a los pulmones, pero la sonrisa seguía cálidamente
congelada en mis pensamientos. Allí estabas vos, con tu pelo más corto y tus
uñas despintadas. Allí estabas vos, todavía cargando con el aliento de nuestro
último beso. Allí estabas vos, sosteniendo el Sol entre tus manos para hacer de
la cama un infierno que se vuelve nuestro más dulce hogar.
A veces nos miramos y nos
preguntamos cómo y cuándo llegamos a enamorarnos tanto. Éramos dos completos
desconocidos que, de repente, se conocieron; en realidad, dos conocidos que
volvieron a conocerse. Estabas allí y yo más acá. Bajo una misma atmósfera,
respirando el mismo viento y quejándonos de las mismas cosas, pero a kilómetros
de distancia. Y no precisamente en términos de distancia física. Fuimos a
destiempo. Una vez, el reloj amenazó con abrocharnos a su juego. Sin embargo,
aquella fue solo una coincidencia que pasó desapercibida. No era el momento. No
era el lugar. No era el tiempo exacto. Y así como esa vez no lo fue, un día,
sin darnos cuenta, las redes del tiempo nos anudaron en un mismo cielo. Y fue.
Y pasó. Y pasa. Y ahora, acá estamos.
¿Qué hubiera pasado si no
hubiésemos coincidido en aquel había una
vez? ¿Hoy estaríamos acá, así y ahora? Nuestra historia, y no es por sacar
cartel, tiene una enseñanza que va mucho más allá del amor: se trata del tiempo
y de la vida misma. ¿Cuántas veces nos lamentamos porque algo no llega, porque
algo no nos sale o porque algo no dura el tiempo que querríamos que durara? Sin
embargo, las cosas que tienen que suceder, sucederán. Las cosas que tiene que
pasar, pasarán. Y las cosas que tienen que venir, vendrán. Aquel no fue nuestro
tiempo. Pero este presente es más nuestro que nunca. Nunca nos habíamos sentido
tan vivos, tan urgentes, tan presentes.
A veces me preguntás que por
qué me extrañás tanto si acabamos de vernos. Yo te pregunto: ¿cómo no vamos a
extrañarnos y a sentir que cada segundo separados son días sin vernos si, en
realidad, pasamos casi cuatro años de nuestras vidas sin vernos? Claro,
seguramente me vas a decir que no fueron “sin vernos” porque, en realidad, no
nos habíamos visto. Pero lo cierto es
que sí nos vimos, sí coincidimos en un mismo lugar y tiempo, y sí fueron años
sin vernos. Porque la oportunidad se nos plantó delante de las narices, pero no
supimos verla. Entonces, el reloj jamás irá con nosotros, porque nos robó un
montón de días, meses y años que podrían haber sido nuestros, pero que, por un
simple desliz de tiempo, no lo fueron.
Entonces, cada vez que
llegue la hora de despedirnos y sintamos que comenzamos a extrañarnos, la
pregunta no tiene que ser por qué nos extrañamos tanto, sino: ¿cuándo nos
volveremos a ver?
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