jueves, 21 de abril de 2016

"Una vez te pedí"

Una vez te pedí
que me cantaras algo nuevo,
que unieras un par de versos amarillos
a lo más rocoso de tu alma
y que sin darnos cuenta
nos encontráramos cantando
al ritmo de un viento nuevo;
una tormenta hecha de los dos.
 
Una vez te pedí
que me dieras una oportunidad,
que arriesgaras todo lo que tenías
por un futuro opuesto a tu presente
con días teñidos de sol
con noches que se ahogan entre suspiros,
y en un tardío San Valentín
nos encontramos amándonos sin cura.

Una vez te pedí
que me abrieras tu alma de par en par,
que en una lágrima desteñida
me contaras el por qué y los cómo
de tantas sonrisas tristes
de tantas miradas ásperas,
y aunque el dolor dolió doliendo
las palabras sanaron en un solo abrazo.

Una vez te pedí
que no olvidaras tus latidos pasados,
que desde nuestros amores vencidos
diéramos prado y circunstancia
a un amor como no lo conocíamos;
un amor que discute por la cena
y que hace el amor a la hora de cenar
y de desayunar, de almorzar, de merendar...

Una vez te pedí
que el tiempo no existiera entre nosotros,
que me quisieras sin querer entenderlo,
que nunca me preguntaras si extraño,
que me dijeras a dónde querías volar,
que me amaras por lo idiota de mis sonrisas,
que me dieras una lágrima de esas que no te gustan,
que te quedaras cinco minutos más...

Y te quedaste,
y ahora estamos acá. 

sábado, 2 de abril de 2016

"Si preguntan, yo no lo pensé"

¿Nunca te has sentido amado y odiado a la misma vez? ¿Nunca has pensando que así como sientes que le encantas a alguien, esa misma persona no sabe cómo decirte que la dejes en paz? ¿Nunca te has cuestionado si detrás de tantos “te quiero” no se esconden un centenar de “necesito aire”? ¿Nunca has querido que el fuego te entibie el alma y que al mismo tiempo haga arder tus pensamientos?

Una sonrisa puede derramar amor. Y esa misma sonrisa puede querer disimular tanto desinterés. ¿Acaso no puede el amor conducir irremediablemente al cansancio, a la desdicha, a la ausencia total de amor? Al fin y al cabo, ¿quién sabe lo que es el amor? ¿Quién podría decir en una sola palabra lo que en realidad es el amor? ¿Fuego? ¿Amistad? ¿Luz? ¿Vida? ¿Amor? ¿Acaso el amor es amor? Nadie lo sabe a ciencia cierta. Y quizás nunca nadie lo sepa. Porque ese no es el punto. Ninguno de estos cuestionamientos tiene que ver con el amor. El amor no se pregunta. El amor no se cuestiona. Al amor no se lo interroga.

Pero si nadie sabe lo que es el amor, ¿cuándo saber qué no debe interrogarse o cuestionarse? ¿Cómo saber a qué no hacerle preguntas y a qué sí? Tampoco se trata de ir por la vida sin reflexionar ni por un segundo. No hay término medio. ¿O sí lo hoy? Alguien podría decir que sí, pero tampoco valdría de algo su opinión. Así como de nada sirve comer una mandarina y lavarse las manos una y otra vez.

Estas líneas perdieron el sentido, el camino, el rumbo. Y hace rato que el faro explotó en el borboteo de sus propias ideas. Hasta el silencio suena desesperado por un poco de silencio. Incluso el dolor desearía volver a sentir que alguien lo lastima. Todo para poder sentirse vivo. Para poder sentir que, por un instante, el alma simplemente es alma y no una bolsa de dudas poco razonables y difíciles de digerir.

Desearía que todo fuese real. Que no se tratara de una simple espera que en realidad nada espera. Porque nada vendrá. Porque nada viene en camino. Y porque nada, absolutamente nada desea ser lo suficientemente genuino como para amarrarse a este camino maltrecho. Jamás nadie lo aceptará. Nunca nadie tendrá el coraje de hacer frente a semejantes heridas. Y no creo que alguien alguna vez vaya a querer escribir sobre estas líneas lo que nadie ha escrito hasta hoy.

Me pregunto si alguien alguna vez tendrá el valor de conquistarme con sus preguntas. ¿Puede una larga lista de cuestiones coquetear y amenazar con una noche pecaminosa? Quiero creer que sí. Quiero creer que afuera existe un sentido de la oportunidad tan apetitoso que de solo verlo haga sentir que el anhelo es hasta la muerte. Porque, si no se trata de vivir o morir, no sé de qué se trata la vida. Ni de qué se trata el amor, si no se trata de amar o morir.

¿Nunca has sentido que, en realidad, no le importas a quien dice que sí le importas? Quizás no valga la pena luchar, y sea momento de cerrar puertas y ventanas e irse por el mismo camino que te dio la bienvenida. O tal vez sea momento de dar muerte a tantas cuestiones y simplemente dejarse flotar entre lo que podrían ser un puñado de mentiras ajenas o un colchón de sentimientos puros e interesados, en el mejor sentido de la palabra.


¿Quién sabe? Espero que alguien lo sepa. O, al menos, desearía tener la certeza de que, al igual que yo, nadie lo sabe.