Te encuentro todo el tiempo.
En las cosas que hago y en las que no hago. Te encuentro todos los días en mis
pensamientos y en las cosas que ni siquiera imagino que podrías aparecer. Te
confundo en la calle y alucino verte en mis sueños de invierno. Te espero. Te
espero. Te espero. Y te encuentro todo el tiempo donde en realidad no estás.
Quiero que se rompa el
hechizo, que se quiebren las cadenas y que me desenreden de estos nudos. Sigo
enganchado a un tiempo muerto, viviendo en un mundo que ya no respira y soñando
en un cielo que ya se apagó. No quiero, no debo, pero lo hago: sigo pensándote
cuando ni siquiera pienso. Pienso, pienso, pienso, y cuanto más intento no
pensarte, más te pienso. Y siento. Siento que te beso la espalda, que te curo
el dolor de cabeza y que estás durmiendo a mi lado. Siento que seguís allí, y
yo ahí con vos.
Dicen que ya está: que ya
solo me quedo olvidar. Pero, ¿cómo? Quiero saber cómo hacerlo. Me encantaría
que la lluvia me salpicara las ideas y me borrara todo lo que vivimos: lo
bueno, lo malo, lo que duele y lo que sonríe. Quiero que se callen las voces
que todas las noches me recuerdan el ardor de tus lágrimas lejanas. Quiero dar
ese paso que no puedo, que no quiero, que no alcanzo.
No me conformo: esto no es
vida. Una vida sin vos no es vida. Una vida con vos no era vida. ¿Entonces? No
me conformo. Tal vez no quiera vivir, quizás no quiera vivir así. A veces,
hundido en la soledad de la no-rutina, imagino que la noche se rompe y el cielo
se ilumina de golpe: la tormenta hace girar al tiempo y todo vuelve a cero. El
amor. El dolor. El perdón. Y el verano vuelve a encontrarnos bajo la Luna de
diciembre, con las ganas de siempre y el sabor de nunca antes. Pero me
despierto y descubro que todavía es julio: un julio tan eterno que parece que
todos los días empieza de nuevo.
No tengo a dónde ir, no
tengo cómo escapar: en todos lados y en todos los tiempos estás vos. Necesito
que el veneno me mate o me envuelva en lo dulce del delirio, pero necesito que
haga algo. Necesito salir de esta cuarentena eterna en la que cayó mi corazón:
estoy muerto, pero lo suficientemente vivo como para sentir el dolor de la
ausencia. Necesito escapar… o que me amarres para siempre.
Quiero amarte y quiero
olvidarte.
Si estás allí, necesito
saberlo.