lunes, 31 de julio de 2017

"Quiero amarte y quiero olvidarte"

Te encuentro todo el tiempo. En las cosas que hago y en las que no hago. Te encuentro todos los días en mis pensamientos y en las cosas que ni siquiera imagino que podrías aparecer. Te confundo en la calle y alucino verte en mis sueños de invierno. Te espero. Te espero. Te espero. Y te encuentro todo el tiempo donde en realidad no estás.

Quiero que se rompa el hechizo, que se quiebren las cadenas y que me desenreden de estos nudos. Sigo enganchado a un tiempo muerto, viviendo en un mundo que ya no respira y soñando en un cielo que ya se apagó. No quiero, no debo, pero lo hago: sigo pensándote cuando ni siquiera pienso. Pienso, pienso, pienso, y cuanto más intento no pensarte, más te pienso. Y siento. Siento que te beso la espalda, que te curo el dolor de cabeza y que estás durmiendo a mi lado. Siento que seguís allí, y yo ahí con vos.

Dicen que ya está: que ya solo me quedo olvidar. Pero, ¿cómo? Quiero saber cómo hacerlo. Me encantaría que la lluvia me salpicara las ideas y me borrara todo lo que vivimos: lo bueno, lo malo, lo que duele y lo que sonríe. Quiero que se callen las voces que todas las noches me recuerdan el ardor de tus lágrimas lejanas. Quiero dar ese paso que no puedo, que no quiero, que no alcanzo.

No me conformo: esto no es vida. Una vida sin vos no es vida. Una vida con vos no era vida. ¿Entonces? No me conformo. Tal vez no quiera vivir, quizás no quiera vivir así. A veces, hundido en la soledad de la no-rutina, imagino que la noche se rompe y el cielo se ilumina de golpe: la tormenta hace girar al tiempo y todo vuelve a cero. El amor. El dolor. El perdón. Y el verano vuelve a encontrarnos bajo la Luna de diciembre, con las ganas de siempre y el sabor de nunca antes. Pero me despierto y descubro que todavía es julio: un julio tan eterno que parece que todos los días empieza de nuevo.

No tengo a dónde ir, no tengo cómo escapar: en todos lados y en todos los tiempos estás vos. Necesito que el veneno me mate o me envuelva en lo dulce del delirio, pero necesito que haga algo. Necesito salir de esta cuarentena eterna en la que cayó mi corazón: estoy muerto, pero lo suficientemente vivo como para sentir el dolor de la ausencia. Necesito escapar… o que me amarres para siempre.

Quiero amarte y quiero olvidarte.

Si estás allí, necesito saberlo.

sábado, 29 de julio de 2017

"Al otro lado de la cama"

Me gustaría girar sobre mí mismo y encontrarte al otro lado de la cama, todavía dormida, con las piernas frías y los cachetes rojos.

Quisiera poder estar ahí para darte el beso que te despierte y nos levante a mirarnos en lo agitado de la mañana.

Me gustaría cerrar las cortinas y hacer del día otra vez profunda noche, con la empecinada misión de beberte la piel desnuda y calentarte el alma.

Quisiera encontrarnos perdidos bajo la tímida humedad de las horas en las que nos recorrimos en cuerpo y cielo, sabiendo que el tiempo solo giró porque estábamos ocupados en otras cosas y se nos escapó de las manos.

Me gustaría que empezáramos de vuelta: una y otra vez. Y me gustaría que cuando conozcamos de memoria cada rincón de nuestros cuerpos, nos demos vuelta y volvamos a respirar la magia de volver a descubrirnos.

Quisiera que al llegar la verdadera noche, cuando el Sol se aburra de escapar de nosotros, nos levantemos de golpe y salgamos por la ciudad a esconder la inocencia de nuestro amor egoísta, para que nadie la encuentre y para que nada la lastime.

Me gustaría girar sobre mí mismo y descubrir que, tras una larga pesadilla de varios meses, seguís dormida al otro lado de la cama, con las piernas frías y los cachetes rojos.

domingo, 23 de julio de 2017

"La última y nos vamos"

–Tengo solo una certeza: esta va a ser nuestra última charla.
–¿Y cómo estás tan seguro?
–Porque, al final, sí elegiste entre darme un beso o romperme el corazón.
–¿Y eso qué tiene que ver?
–Que a partir de ahora voy a hacer lo que nunca hice.
–¿Y eso es…?
–Cerrar el círculo.
–¿Cómo?
–Cerrar nuestra etapa. Cerrar ese “nosotros”. No olvidar, no dejar atrás, pero sí seguir adelante. Y guardar todo lo lindo y todo lo bueno, junto.
–¿A dónde vamos con esta “última charla”?
–Nada, a ningún lado. Solo quería verte para poder darte un abrazo.
–…
–Ya va, ya voy.
–¿Y ahora?
–Nada más, prometo no volver a poner palabras en tu boca, ni cosquillas en tu corazón.
–Siempre tan exagerado…
–No, de verdad: ahora sí se terminó.
–Bueno, como quieras.
–No, yo no elegí: decidiste vos.
–¿Tengo que recordarte quién tomó la primera decisión?
–No, tenés razón: elegí yo. Pero esta vez, elegimos los dos. Porque vos elegís romperme el corazón. Y yo elijo sanar.

"Sanar (para empezar otra vez)"

Si de algo nos sirve estar enfermos, desesperados, hundidos en la abstinencia y con el corazón roto… si de algo nos vale todo eso, es porque la oportunidad de sanar es lo único que puede salvarnos y lo único que nos queda por intentar. Cuando la muerte parece ser el camino inevitable, la única opción que nos queda es vivir. Y cuando ya solo nos queda acostarnos a llorar la tarde… la única opción es aferrarnos a la idea de que el amanecer se lloverá pronto en nuestro cielo.

Otra vez. Otra vez. Otra vez. ¡Empezar otra vez!: de eso se trata. De dejar que el tiempo gire, que las ideas bailen, que el viento nos enrede los sueños, que las palabras se mezclen y den vida a nuevos sentidos. Se trata de morir, para después vivir. Se trata de llorar, para después sonreír. Se trata de gritar, para después seguir. Se trata de que te rompan el corazón, para después sanar.

Estoy bien, pero puedo estar mejor. También estoy mal, pero estuve peor. No estoy en el mismo lugar que antes: logré avanzar y dar varios pasos adelante. Pero tampoco estoy donde quiero estar: ese lugar que todavía no conozco ni imagino. Estoy vivo, aunque no tanto como quisiera. No estoy muerto, por más que a veces lo parezca. Aprendí un montón de cosas, pero también dejé pasar otro montón. Tengo el alma llena de abrazos, aunque sé que desperdicié varios en personas que no los merecían. Tengo el estómago repleto de letras, pero no quiero dejarlas ir sin antes escribir todo lo que quiero decirme. Estoy, y eso es lo que me importa.

Me miro al espejo y busco mis ojos: allí están, un tanto apagados, un poco encendidos de más. Me miro y me prometo la más honda honestidad. Me miro y me regalo silencio: para pensar, para imaginar, para sanar. Me miro y me empujo a seguirme mirando: no importa lo que haga, cómo lo haga o con quién lo haga, lo único que importa es no perder el eje. Y ese eje, soy yo. Me miro y descubro un reloj sobre mi cabeza: gira, gira, gira… gira y lo entiendo todo. Podré ir y venir en el tiempo, pero siempre sobre el mismo eje: vivir siendo quien soy, sin dejar de ser yo.

Hoy tengo algo para decirme, uno de esos mensajes que por lo general llegan cuando termina el año, cuando otro año comienza o cuando se cumple años. Es un augurio, un pedido, una misión, un recordatorio. Hoy tengo algo para decirme: la vida es más compleja de lo que parece (como ya nos dijo Drexler). ¿Y sabés qué? Eso no es malo. La complejidad nos hace felices, nos hace estar tristes, nos hace pensar hasta que duela, nos hace sonreír sin sentido, nos hace vivir atentos a todo lo que pueda pasarnos, para bien o para mal. ¿Qué sentido tendría si todo fuera sencillo? Sería demasiado aburrido, demasiado plano, demasiado descolorido. ¿Y qué es de la vida sin un poco de tormenta?

Seguí. Seguí sin que nada te detenga. Seguí. Y saná (para empezar otra vez).

miércoles, 12 de julio de 2017

"Rompeme el corazón"

Sé que no estoy en condiciones de pedirte nada. Y sé que no tengo derecho a que me hagas un favor, pero igual tengo que pedírtelo. Por tu bien y por mi bien. Ni siquiera te lo pido: te lo ruego. Nos va a cambiar la vida, va a significar un antes y un después en todo lo que vivimos. Lo necesitamos todo este tiempo, mucho más de lo que en realidad creía: hasta ahora, no había notado lo mucho que necesitamos que eso suceda. Antes de decir que no, por favor, escuchá mi pedido.

¿Qué? ¿Cómo? ¿Cuándo? ¿Dónde? No sé explicarlo tan fácil, no tengo las palabras tan claras ni atinadas. Lo estoy pensando mientras lo escribo, lo escribo mientras lo pienso con descuido. Es un poco más complicado que un favor. O tal vez no. En realidad, no tendría por qué serlo: todo depende de cómo lo tomes. Es algo así como una tarea, una especie de misión imposible posible. Como si le pidiéramos a una monja que nos envuelva en un hechizo: así de escéptico sería la posibilidad de que lo lográramos. Pero no me hagas caso: seguramente exagero.

Dejémonos de vueltas. Ambos sabemos que no hay futuro, que no hay respuestas, que nada será suficiente. “No somos compatibles”: ¡qué puñal! Nunca una herida dolió tanto como este aquí y ahora. Aunque me rehúso a creerlo, me dispongo a aceptarlo. Por vos, por mí, por los dos. Supongo que ahora sí vamos a hacer lo que vos querés, porque es lo más ¿justo? No lo sé: no entiendo muy bien lo que escribo, pero igual escribo. Como sea, solo me resta pedirte un favor. Eso que hará posible que todo esto sea una realidad lejana, que cada uno pueda seguir con su vida y que el destino se encargue de darnos la distancia suficiente como para transformarnos en un recuerdo tibio y lejano.

Si todavía estás ahí y querés hacer algo por mí… te pido que me rompas el corazón (o que me beses hasta que despierte).

miércoles, 5 de julio de 2017

"Olvidar. Olvidarte. Olvidarnos"

¿Cómo olvidar
la humedad de tus ojos
cuando la tarde de domingo
se llovió amarga
en el abismo de tus pupilas
hasta volverse vapor
en lo sencillo y complejo
del más humilde desamor?

¿Cómo olvidar
que hubo una vez
en la que dejé de ser
el abrazo que cura
para ser la causa marchita
de tantas angustias resfriadas
que hicieron de aquel hoy
una proclama por el nunca más?

¿Cómo olvidar
la terapia que nos costamos
y las noches que morimos
buscando una respuesta
que siempre estaba en el cielo
colgada detrás de las nubes
esperando el desliz de un hechizo
que hiciera del dolor una siesta?

¿Cómo olvidar
olvidarte
y olvidarnos?

lunes, 3 de julio de 2017

"Vos"

Vos. Vos sabés sobre mí lo que nadie sabe y lo callás como nadie lo haría. Vos sentiste por mí lo que tal vez nunca nadie llegó a sentir… y ahora lo sufrís como tal vez nunca nadie sufrió. Vos me conociste en silencio y dejaste que te conociera en la oscuridad de mirarnos de ojos cerrados. Vos te ilusionaste tanto como yo con las promesas que nos hicimos –y no cumplimos–. Vos sacaste lágrimas desde donde no tenías ganas de vivir y me sacaste las ganas de llorar. Vos hiciste del Sol una noche y juntos hicimos de la noche un Sol.

Vos. Vos sos la que siempre fuiste, la que siempre cuidé, la que siempre busqué, la mujer de la que –al final– me escapé. Vos sos el recuerdo que he intentado borrar, la mancha que no puedo dejar atrás. Vos sos esa canción que se repite una y otra vez en mi cabeza. Vos sos ese dolor de cabeza que me recuerda que sigo vivo. Vos sos esa conversación pendiente. Vos sos ese deseo de cumpleaños que sigo esperando. Vos sos esa voz que el viento trae a mi piel cada vez que el invierno me golpea en el estómago. Vos sos ese “quizás” que siempre quise que fuese mucho más. Vos sos ese veneno que quiero que me vuelva a enfermar.

Vos. Vos vas y venís en mi corazón como un relámpago inquieto. Vos golpeás todo lo que creo que está bien y te encargás de darme vuelta el mal humor en un par de besos resfriados. Vos encendés ese fuego que creía que –por fin– había muerto en mi alma. Vos decís sin decir lo que siempre quiero que alguien me diga. Vos hacés que me invadan los nervios y que la paz me envuelva en un abrazo lleno de una angustia cariñosa y pegajosa. Vos le das rumbo a mis ideas y calor a mis pies. Vos caminás más adelante, pero volvés siempre a darme la mano. Vos leés lo que no escribo y escribís lo que siento, pero no digo. Vos hacés girar el mundo a nuestra manera.

Vos siempre fuiste vos… ¿y ahora qué vamos a hacer los dos?