Me gustaría girar sobre mí
mismo y encontrarte al otro lado de la cama, todavía dormida, con las piernas
frías y los cachetes rojos.
Quisiera poder estar ahí
para darte el beso que te despierte y nos levante a mirarnos en lo agitado de
la mañana.
Me gustaría cerrar las
cortinas y hacer del día otra vez profunda noche, con la empecinada misión de
beberte la piel desnuda y calentarte el alma.
Quisiera encontrarnos
perdidos bajo la tímida humedad de las horas en las que nos recorrimos en
cuerpo y cielo, sabiendo que el tiempo solo giró porque estábamos ocupados en
otras cosas y se nos escapó de las manos.
Me gustaría que empezáramos
de vuelta: una y otra vez. Y me gustaría que cuando conozcamos de memoria cada
rincón de nuestros cuerpos, nos demos vuelta y volvamos a respirar la magia de
volver a descubrirnos.
Quisiera que al llegar la
verdadera noche, cuando el Sol se aburra de escapar de nosotros, nos levantemos
de golpe y salgamos por la ciudad a esconder la inocencia de nuestro amor
egoísta, para que nadie la encuentre y para que nada la lastime.
Me gustaría girar sobre mí
mismo y descubrir que, tras una larga pesadilla de varios meses, seguís dormida
al otro lado de la cama, con las piernas frías y los cachetes rojos.
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