jueves, 30 de junio de 2016

"¡Destino!"

Una vez la vida te llevó a un lugar en el que aprendiste un montón de cosas. Te animaste, te dejaste enamorar y enamoraste, te tiraste al vacío de brazos abiertos y de ojos cerrados, con el único propósito de sentirte viva por al menos una vez en la vida, con la aterradora sensación de sentir que en una persona podrían estar tus últimas esperanzas de latir latiendo. Hoy, en retrospectiva, agradezco a esa persona por existir. Por haber amortiguado tu caída. Por haber estado allí y por haberte sacado tantas sonrisas… y también le agradezco alguna que otra lágrima, pero no todas.

En mi camino también hubo varios vaivenes. Recuerdo una vez en la que creí haberme enamorado… pero no. Lo intenté todo. Hacía tanto tiempo que no me sentía vivo... A mí alrededor todo se hundía. Quería sentir esa calidez que te da un beso bien besado. Recuerdo haber escrito algo así como “no tienes idea de cuánto me gustaría estar enamorado de ti… pero no puedo”. Eso, a diferencia de tu elección, fue un error. Porque me intenté obligar a hacer algo que es imposible imponer: amar. Luego estuve solo. Pensando. Reflexionando. Temiendo volver a lastimar. Temiendo volver a engañarme. Y un día, sin darme cuenta, me encontré enamorándome. Y espero que vos le agradezcas a ella por haber sido como fue conmigo. Porque me enseñó, me cuidó, me acompañó, me curó y me dio toda su luz. Aquel cielo nunca se apagó… pero dejó de ser nuestro. Y volví a encontrarme solo. Y todos esos días y esas noches, pasando por aquel primer amor de la adolescencia, valieron la vida y jamás la pena. Porque esos pasos me llevaron hasta vos. Y nos trajeron hasta acá.

¿Te acordás de las primeras veces en las que hablábamos? Vos eras un candado y yo intentaba sacarte palabras con una ramita. Siempre fui un convencido de que para construir hay que conocer y saber y entender. Y por eso siempre insistí y perseveré para conocer tu historia. Esa historia que te había llevado hasta mí. Ese tiempo que, de una manera u otra, concluyó en nuestro presente. Y ahora, sin planearlo ni preparar el terreno, no me dan las manos para contar los días en los que nos encontramos charlando con el corazón desnudo y las ganas de responder intactas. Confiaste en mí para amarte, para cuidarte, para soñar… pero también confiaste en mí para decir, para confesar y para curar.

Agradezco al tiempo, al cielo, a los dioses, a las deidades y a la vida misma por haber hecho todo lo que hizo. En vos. En mí. En nosotros. No sé si alguien lo tenía planeado o si fue una simple casualidad que se volvió una hermosa coincidencia. No sé. Pero sí sé que acá me quedo.

En vos encontré mi destino, que no es más que mi futuro. 

jueves, 23 de junio de 2016

"Desde la distancia del tiempo y lo distante del silencio"

Hoy te quiero hablar a vos. Desde la distancia del tiempo y lo distante del silencio. Ya ni me acuerdo de cómo sonaba tu voz cuando me mirabas, ni de cómo brillaba tu sonrisa cuando me escuchabas. Te fuiste volviendo una idea vaga, un perfume desteñido, una oración incompleta. Apenas te recuerdo. Apenas nos recuerdo.

Sé que no tengo por qué justificarme, y también sé que no tengo ninguna intención al hacerlo, pero quiero hacerlo. Por mí. Quizás también por vos. Por lo poco que queda vivo de vos en mi memoria; un par de recuerdos sueltos que no quiero que mueran en vano. Porque lo que fue, fue una vez un presente bien ensamblado. Y no quiero olvidar lo que una vez me hizo feliz, lo que no quiere decir que desee volver a vivirlo. Al contrario, deseo recordarlo para poder guardarlo de la forma que merece ser guardado: como un amor que fue, que nos envolvió y que, mientras latió, fue solo nuestro.

Te di todo, incluso más de lo que podía. Te di mis sueños, te di mi presente [ahora pasado], te di mis huellas y también mis pasos. Te di mil versos y mil miradas. Te di soluciones, problemas, disgustos y recompensas. Te di todo el tiempo que tenía y nos inventé el que no tenía. Te di soles y también castillos. Te di cosas de las que ya ni me acuerdo. Te di mi aliento, mi perseverancia y mis ganas de que algo valiese la vida y la pena. Te di mi vida, y no me arrepiento.

Pero también sé que hubo muchas cosas que no pude darte. No te di las discusiones suficientes. No te di el espacio que hubiese hecho que todo se mantuviese “sano”. No te di razones para cuestionarme. No te di motivos para mentirme ni para que te enojaras. No te di guerras ni piedras en el zapato. No te di tormentas ni tardes sin Sol. No te di silencios, contratiempos ni lágrimas con sal. No te di ganas de matarme ni deseos de un “no me hables más”. No te di vaivenes ni puertas sin abrir. No te di hojas sin darte suficiente tinta. No te di la oportunidad de que pelearas por mí, y no me arrepiento.

No extraño ni tus abrazos, ni tus cantos, pero sí me gustaría saber que estás bien. Que algo dejé en tu vida. Que algo te enseñé. Que algo te ayudé. Que algo cambié. Que no seré para siempre un bloqueado, un olvidado, un silenciado. Quisiera creer que ambos sanamos y que ambos seguimos adelante. Pero desde la soledad del destierro, algo me dice que tu herida aún arde. Y está bien, no pretendo que no arda, pero que al menos te des la oportunidad de que tome aire y dejes volar todo lo ponzoñoso. Por vos. Y por un recuerdo que, creo, merece vivir en alguna parte que no sea el oscuro olvido. Porque no me arrepiento ni extraño, pero tampoco reniego ni olvido.

A veces, la mejor forma de cerrar una puerta es dejándola abierta para que el viento la empuje. 

sábado, 18 de junio de 2016

"Estás demasiado ocupada"

¿Que si te quiero? En realidad, te amo. Pero creo que estás tan ocupada, que no tenés tiempo para notarlo. Me gustaría que se tratara de relojes y rutinas, pero no tiene que ver con eso. Estás demasiado ocupada buscando tus errores, donde solo veo aciertos. Estás demasiado ocupada señalando tus defectos, donde solo encuentro virtudes. Estás demasiado ocupada emparchando silencios, donde solo escucho latidos. Estás demasiado ocupada pensando en el futuro, donde solo quiero un presente eterno. Estás demasiado ocupada haciendo lugar, donde solo quiero que estemos solos. Estás demasiado ocupada midiendo tu cintura, donde solo siento calidez. Estás demasiado ocupada en que todo sea perfecto, donde solo anhelo pelear para después reconciliarnos. Estás demasiado ocupada fotografiándolo todo, donde solo apunto lo estrictamente necesario para recordar ese momento. Estás demasiado ocupada pronosticando la lluvia, donde solo deseo que salga el Sol para envolvernos en su humedad. Estás demasiado ocupada quejándote por lo que te falta, donde solo encuentro oportunidades de construir juntos. Estás demasiado ocupada arreglando la cama, donde solo espero que las sábanas sean una excusa. Estás demasiado ocupada en pensar que voy a irme, donde solo me gustaría quedarme a vivir para siempre. Estás demasiado ocupada en tus ideas... y al final, me quedo solo.

jueves, 2 de junio de 2016

"¿Y si el Sol se apaga?"

El tiempo girará sobre nosotros
como un doble filo silencioso;
dirá todas sus verdades en un canto
tan hondo y tan fugaz
que aún entre la vejez de nuestros ojos
nos miraremos al ritmo eterno
de nuestro amor joven e inmaduro.

Las madrugadas discutidas
se acumularán en nuestro desván
como una tormenta sin reloj
a la que de cuando en vez
iremos a mojarnos las ideas y los labios;
la humedad guardará el dolor,
ese que ya se habrá hecho moraleja.

El destino quizás nunca haya existido,
y sabemos que todo comenzó como un pecado,
así que tal vez ni Dios nos haya bendecido,
pero cuando las patitas giren entre nuestros pies
y el sueño se haya hecho tan real que queme,
sabremos que la decisión una vez “equivocada”
no fue más que una excusa para al fin unirnos.

En el camino habrá soluciones imperfectas
que buscarán soplarnos lejos,
allí donde viven el desamor y la apatía,
pero siempre habrá un algo entre nosotros
que nacerá desde una razón tan simple
que pocos entienden o no quieren entender:
tu vida y mi vida nunca habían sido vida hasta hoy.

La promesa valdrá poco y tal vez nada
cuando entre tantas fotos añejas
nos encontremos bajo una siesta de primavera
que nos recuerde lo mucho que arde el amor
desde aquel primer beso de dudas y temblores
que nos habrá llevado hasta aquel allí
sin preguntarlos dos veces, sin buscarle solución.


–¿Y si el Sol se apaga?
–No creo que puedas apagarte.
–¿Y si el Sol de verdad se apaga?
–Nuestro silencio lo hará volver a arder.