domingo, 23 de julio de 2017

"Sanar (para empezar otra vez)"

Si de algo nos sirve estar enfermos, desesperados, hundidos en la abstinencia y con el corazón roto… si de algo nos vale todo eso, es porque la oportunidad de sanar es lo único que puede salvarnos y lo único que nos queda por intentar. Cuando la muerte parece ser el camino inevitable, la única opción que nos queda es vivir. Y cuando ya solo nos queda acostarnos a llorar la tarde… la única opción es aferrarnos a la idea de que el amanecer se lloverá pronto en nuestro cielo.

Otra vez. Otra vez. Otra vez. ¡Empezar otra vez!: de eso se trata. De dejar que el tiempo gire, que las ideas bailen, que el viento nos enrede los sueños, que las palabras se mezclen y den vida a nuevos sentidos. Se trata de morir, para después vivir. Se trata de llorar, para después sonreír. Se trata de gritar, para después seguir. Se trata de que te rompan el corazón, para después sanar.

Estoy bien, pero puedo estar mejor. También estoy mal, pero estuve peor. No estoy en el mismo lugar que antes: logré avanzar y dar varios pasos adelante. Pero tampoco estoy donde quiero estar: ese lugar que todavía no conozco ni imagino. Estoy vivo, aunque no tanto como quisiera. No estoy muerto, por más que a veces lo parezca. Aprendí un montón de cosas, pero también dejé pasar otro montón. Tengo el alma llena de abrazos, aunque sé que desperdicié varios en personas que no los merecían. Tengo el estómago repleto de letras, pero no quiero dejarlas ir sin antes escribir todo lo que quiero decirme. Estoy, y eso es lo que me importa.

Me miro al espejo y busco mis ojos: allí están, un tanto apagados, un poco encendidos de más. Me miro y me prometo la más honda honestidad. Me miro y me regalo silencio: para pensar, para imaginar, para sanar. Me miro y me empujo a seguirme mirando: no importa lo que haga, cómo lo haga o con quién lo haga, lo único que importa es no perder el eje. Y ese eje, soy yo. Me miro y descubro un reloj sobre mi cabeza: gira, gira, gira… gira y lo entiendo todo. Podré ir y venir en el tiempo, pero siempre sobre el mismo eje: vivir siendo quien soy, sin dejar de ser yo.

Hoy tengo algo para decirme, uno de esos mensajes que por lo general llegan cuando termina el año, cuando otro año comienza o cuando se cumple años. Es un augurio, un pedido, una misión, un recordatorio. Hoy tengo algo para decirme: la vida es más compleja de lo que parece (como ya nos dijo Drexler). ¿Y sabés qué? Eso no es malo. La complejidad nos hace felices, nos hace estar tristes, nos hace pensar hasta que duela, nos hace sonreír sin sentido, nos hace vivir atentos a todo lo que pueda pasarnos, para bien o para mal. ¿Qué sentido tendría si todo fuera sencillo? Sería demasiado aburrido, demasiado plano, demasiado descolorido. ¿Y qué es de la vida sin un poco de tormenta?

Seguí. Seguí sin que nada te detenga. Seguí. Y saná (para empezar otra vez).

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