Si de algo nos sirve estar
enfermos, desesperados, hundidos en la abstinencia y con el corazón roto… si de
algo nos vale todo eso, es porque la oportunidad de sanar es lo único que puede
salvarnos y lo único que nos queda por intentar. Cuando la muerte parece ser el
camino inevitable, la única opción que nos queda es vivir. Y cuando ya solo nos
queda acostarnos a llorar la tarde… la única opción es aferrarnos a la idea de
que el amanecer se lloverá pronto en nuestro cielo.
Otra vez. Otra vez. Otra
vez. ¡Empezar otra vez!: de eso se trata. De dejar que el tiempo gire, que las
ideas bailen, que el viento nos enrede los sueños, que las palabras se mezclen
y den vida a nuevos sentidos. Se trata de morir, para después vivir. Se trata
de llorar, para después sonreír. Se trata de gritar, para después seguir. Se
trata de que te rompan el corazón, para después sanar.
Estoy bien, pero puedo estar
mejor. También estoy mal, pero estuve peor. No estoy en el mismo lugar que
antes: logré avanzar y dar varios pasos adelante. Pero tampoco estoy donde
quiero estar: ese lugar que todavía no conozco ni imagino. Estoy vivo, aunque
no tanto como quisiera. No estoy muerto, por más que a veces lo parezca.
Aprendí un montón de cosas, pero también dejé pasar otro montón. Tengo el alma
llena de abrazos, aunque sé que desperdicié varios en personas que no los
merecían. Tengo el estómago repleto de letras, pero no quiero dejarlas ir sin
antes escribir todo lo que quiero decirme. Estoy, y eso es lo que me importa.
Me miro al espejo y busco
mis ojos: allí están, un tanto apagados, un poco encendidos de más. Me miro y
me prometo la más honda honestidad. Me miro y me regalo silencio: para pensar,
para imaginar, para sanar. Me miro y me empujo a seguirme mirando: no importa
lo que haga, cómo lo haga o con quién lo haga, lo único que importa es no
perder el eje. Y ese eje, soy yo. Me miro y descubro un reloj sobre mi cabeza:
gira, gira, gira… gira y lo entiendo todo. Podré ir y venir en el tiempo, pero
siempre sobre el mismo eje: vivir siendo quien soy, sin dejar de ser yo.
Hoy tengo algo para decirme,
uno de esos mensajes que por lo general llegan cuando termina el año, cuando
otro año comienza o cuando se cumple años. Es un augurio, un pedido, una
misión, un recordatorio. Hoy tengo algo para decirme: la vida es más compleja
de lo que parece (como ya nos dijo Drexler). ¿Y sabés qué? Eso no es malo. La
complejidad nos hace felices, nos hace estar tristes, nos hace pensar hasta que
duela, nos hace sonreír sin sentido, nos hace vivir atentos a todo lo que pueda
pasarnos, para bien o para mal. ¿Qué sentido tendría si todo fuera sencillo?
Sería demasiado aburrido, demasiado plano, demasiado descolorido. ¿Y qué es de
la vida sin un poco de tormenta?
Seguí. Seguí sin que nada te
detenga. Seguí. Y saná (para empezar otra vez).
No hay comentarios:
Publicar un comentario
¡gracias!