–Del 1 al 29, ¿cómo está tu corazón?
–¿29? ¿Por qué 29?
–No sé, del 1 al 10 parecía demasiado poco. Y del 1 al 30 me sonaba
demasiado mucho.
–No tiene sentido lo que decís.
–¿Y tiene sentido que el corazón esté o no esté de una manera?
–Sí, eso sí. Pero no del 1 al 29. Podría ser del 1 al 100.
–¿Por qué?
–Porque del 1 al 29 no es justo ni representativo. A veces se está
demasiado roto, a veces se está demasiado sano, y a veces simplemente se está
en un punto muer-… medio. Un punto medio.
–¿Muerto?
–No. Esa no era la palabra.
–Pero era lo que ibas a decir…
–Pero no.
–Entonces, ¿del 1 al 29? ¿Un 10?
–¿Eh? ¿Por qué tan bajo? ¿Qué te hace pensar eso?
–Hablar del corazón en punto muerto… No sé, eso pensé.
–Estoy bien. En esa escala rara que usás, te diría un… 15. Sí, 15.
–¿15? ¡Ja!
–¿Qué tiene?
–Gente con el corazón roto de verdad me ha llegado a decir 18, 19. Hasta
20.
–Eso sería un cero.
–No, eso sería punto muerto. Sin sentimientos. Sin nada. Un corazón que
no se mueve.
–Estás exagerando. Un 20 es un corazón sanísimo, hasta capaz que
enamorado. Yo qué sé. Un 15 es normal, es un corazón que capaz no está
enamorado, pero sí lo suficientemente tibio como para sentirse bien consigo
mismo.
–¿Consigo mismo? Pero el corazón no es solo para quererse para adentro.
También es para querer afuera.
–Sí, claro. Pero, ¿cómo vas a querer afuera si no querés a lo de
adentro?
–Entonces, si lo ponemos como lo ponés vos, no estás en un 15: estás en
un 20, un 22.
–Prefiero el 15.
–Como sea, ¿volvemos a entrar?
–Pará, decime vos: del 1 al 29, ¿cómo está tu corazón?
–16.
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