Recuerdo que una vez
un tintero estuvo lleno
de ideas, de sueños, de ganas,
y la tinta desbordaba desde el fondo
con el aliento fresco
y el amor como su única pluma fértil.
un tintero estuvo lleno
de ideas, de sueños, de ganas,
y la tinta desbordaba desde el fondo
con el aliento fresco
y el amor como su única pluma fértil.
Recuerdo cómo a veces
la tinta bailaba en su propia ceguera
al ritmo giratorio de su inmadurez,
y así pintaba versos flacos
que hablaban de mundos enamorados
y escondían burbujas egoístas.
la tinta bailaba en su propia ceguera
al ritmo giratorio de su inmadurez,
y así pintaba versos flacos
que hablaban de mundos enamorados
y escondían burbujas egoístas.
Recuerdo días secos;
las hojas rechazaban al petróleo
que poniendo los vientos a su favor
intentaba remachar con un par de vocales
lo que solo podía curar una honda discusión;
pero nadie quiso diagnosticarlo así.
las hojas rechazaban al petróleo
que poniendo los vientos a su favor
intentaba remachar con un par de vocales
lo que solo podía curar una honda discusión;
pero nadie quiso diagnosticarlo así.
Recuerdo la falta de inspiración
y la sensación de soledad inmediata
abrazada a la hiriente angustia
que venía a azotarme todas las madrugadas;
allí cuando el silencio de la noche
se volvía una guerra de tinta contra mí mismo.
y la sensación de soledad inmediata
abrazada a la hiriente angustia
que venía a azotarme todas las madrugadas;
allí cuando el silencio de la noche
se volvía una guerra de tinta contra mí mismo.
Recuerdo que una
vez
un llanto se
escuchó desde el tintero;
la tinta estaba
desnuda y envejecida,
y ahogada entre
sus propias lágrimas
susurró lo último
que pudo ensamblar:
“Me olvidé lo que te iba a decir”.
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