viernes, 31 de marzo de 2017

"El amor es como las tormentas, el chocolate y marzo"

En los últimos días, en este interminable marzo, descubrí un par de cosas relacionadas con el amor que me gustaría decirte, solo porque sé que a vos te gusta escuchar las cosas que tengo para decir sobre los asuntos más trascendentales o tontos de la vida.

El amor es como las tormentas: algunos las odian, otras las desean con toda su alma; algunos bailan deseando su llegada, otros ruegan que jamás los azote; algunos piden que nunca termine, otros ya no saben qué hacer para que se detenga; algunos disfrutan de bailar bajo sus encantos, otros se esconden para no verle la cara; algunos le sacan fotos y las guardan con mucho cuidado, otros prefieren vivirlas y después, con el tiempo, olvidarlas para siempre; algunos las saborean con concupiscencia, otros se acuestan a dormir la siesta mientras les golpea con fuerza en la ventana del frente.

Más allá de los vientos y las gotas caprichosas, hay otras cosas que me gustaría decirte: por ejemplo, ¿sabías que el amor es como el chocolate? Sí, igual, incluso hasta más parecido al chocolate que el propio chocolate. Algunos disfrutan de su sabor y su textura, mientras que otros prefieren tenerlo lo más lejos posible y ni siquiera olerlo por casualidad. Algunos se regocijan con la cosquillosa sensación de recibirlo como un regalo, al tiempo que otros se desviven por encontrar todas aquellas cosas que no lo contengan ni por asomo. Algunos se bañarían en él y dejarían que hasta sus recuerdos más añejos se tiñesen con su esencia, mientras que otros desearían que nunca jamás alguien lo hubiera descubierto y puesto nombre, para que solo fuese uno de esos misterios que los humanos no quieren probar por el miedo –bien justificado– a desilusionarse.

Lamento decirte que, al igual que marzo, el amor, por más eterno que parezca, tiene un final: pero, ¿quién dijo que el amor no es como abril, como mayo e incluso como junio? ¡Y todos los que siguen después! Eso es el amor: un par de días que pueden volverse meses, años, décadas. Un par de sueños que pueden volverse besos, sábanas, batallas, novelas. Un par de caminos que pueden juntarse y no elegir separarse –o no poder hacerlo, aunque todo el resto del mundo así lo quiera–.

Por ahora no tengo más nada que decirte. Pero pensá en lo que te dije. 

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