sábado, 12 de abril de 2014

"Podría estar muriendo ahora mismo"

Podría estar muriendo ahora mismo, ¿lo sabías? En este preciso momento y en los momentos que siguen sucediendo, podría estar muriendo: mis células, mi sangre, mi conciencia y mis recuerdos. Todo yéndose directo a la basura. ¿Y sabes qué? En realidad, no tienes por qué saberlo. Incluyo, yo mismo, desearía no saberlo.

Pero el asunto es que no puedo dejar de pensar ello. La vida es morir a cada migaja de tiempo. Desde que vemos la luz por primera vez, comenzamos a caminar hacia ella. Más lento o más rápido, pero allá vamos. Tú, yo, tus hijos y los míos. Me gustaría saber por qué. ¿Nunca te has preguntado qué sentido tiene comenzar algo que sabes que no durará para siempre? ¿Siempre? Quizás dure tan solo un par de días, con suerte unos cuantos años. Pero, ¿sabes qué? Aunque lo vea así, yo mismo comencé cosas sabiendo que algún día terminarían: concebí tres hermosas vidas.

¿Ves esto? ¿Sabes por qué lo hago? Porque con mi aliento puedo controlar su duración. Quizás sea lo más parecido a la vida. Y al mismo tiempo, lo más diferente. Desde el momento en que lo enciendes, comienza a apagarse. Si inhalas mucho desde el comienzo, durará poco pero te golpeará hasta las entrañas de una manera tan única que habrá valido la pena el instante. Si inhalas lenta y apaciguadamente, durará más y podrás sentir detalles que el instante no te permite: combinaciones y variaciones que traerán más descubrimientos. Pero ambos caminos te llevan al mismo lugar, al mismo tiempo, al mismo estado: cenizas en lugares que jamás nadie querrá volver a visitar.

La semana pasada, el psiquiatra me dijo que la vida era un fin en si mismo; se vive por ser vivida. Pero, ¿quién hace eso? ¿Acaso tú te levantas todos los días por el sencillo acto de vivir? No. Te levantas para ir a trabajar. ¿Por qué? Porque necesitas el dinero. ¿Por qué? Porque tienes una familia que mantener. ¿Por qué? Porque ellos depende de ti. Tu vida se reduce a vivir para trabajar; a vivir para ganar dinero; a vivir para tener algo que nunca terminas de alcanzar o complacer; a vivir para que los demás puedan vivir. No creo que a ello se le pueda llamar vivir por vivir. Y, mi amigo, los por qué que te he dicho, no suenan muy llamativos de seguir.

Si, tienes toda la razón. Puedo presumir lo que piensas: ¿por qué se cuestiona todas estas cosas? Créeme, me gustaría vivir en silencio. Pero no puedo evitarlo. Incluso cuando la alienación no podría ser mayor, no consigo dejar de sentir el paso del tiempo y sus remanencias. Me hubiera gustado no ver morir a mis padres. Me hubiera fascinado no tener que despedir a mi amigo antes de tiempo. Me hubiera encantando quedarme un rato más en tantos lugares… Pero el tiempo siempre nos avisa que es hora de irnos. Y es ese mismo tiempo el que nos da tiempo para pensar en lo que el tiempo nos dejó.

No quiero seguir aburriéndote ni dejar que veas mis lágrimas de impotencia, pero, ¿sabes qué? Podría estar muriendo ahora mismo. 

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