¿Cómo decirle que no a la rutina que impone el tiempo? Incluso cuando
esa rutina está hecha de amor y otras deidades; ¿cómo negarse a semejante
espectáculo? La escapatoria está, claro que está; pero no luce como una opción,
sino más bien como un camino cuesta arriba, arriesgado e innecesario. ¿Para qué
cambiar si así “vamos bien”?
Quizás allí esté el problema: en la comodidad de estar sin estar, de
sonreír sin escuchar, de amar sin amar.
El cielo me mira y no puedo evitar bajar la vista con vergüenza. Él sabe
que hago mal, pero ¿qué puedo hacer? Soy un cobarde. Siempre lo fui. Soy un
inútil, rehén de mis propias mentiras y palabras mal escritas. Ni ella, ni
ellos; nada más que yo. La culpa no es nuestra; es mía. Y aquí no hay botón de
pausa ni “stop”; solo vale una opción: la que no estoy dispuesto a tomar.
¿Caminos? Los veo, pero no los sigo. ¿Vida? Ya ni sé qué es eso. Vivo de
mi constante muerte y muero de mi inconstante vida.
Hoy no. Quizás mañana. Tal vez nunca… al fin y al cabo, ¿para qué?
No hay comentarios:
Publicar un comentario
¡gracias!