Aquellos resignados números no concordaban. Tantas
fórmulas que iban y venían en algún lugar paralelo, pero que no lograban
entenderse unas con otras. Ya cuando su mente parecía estar a punto explotar,
miró hacia el jardín y la vio. Las mariposas bailaban entre la blancura de su
vestido. Sus cabellos jugaban con la tibia brisa de primavera… Su figura y su
amoroso susurrar, irradiaban una paz que hacía mucho tiempo él no encontraba. Sonrió
y dudó si acercarse o continuar con el arduo trabajo de descifrar los viejos e
inútiles códigos que en su escritorio yacían. La tentación era tan dulce, tan
hermosa…
Casi como si alguien se hubiera enfadado, el
cielo comenzó a encapotarse. Un montón de nubes rabiosas se formaron sobre todo
el cielo que los rodeaba. La lluvia no demoró en comenzar a caer. Los cristales
de agua caían por todo el jardín. El pequeño cachorro rubio como la arena,
comenzó a saltar de charco en charco, y ella corría en busca de que entrara. Al
otro lado, cuando él se percató de que llovía, su mirada se desvió nuevamente
hacia el jardín y se quedó contemplando aquella imagen. Las dudas se
extinguieron y salió corriendo en su ayuda.
Corrían y corrían, y la lluvia en menos de un
eterno segundo, ya los había bañado por completo. Ella saltó en el último
intento de agarrar al joven cachorro, y se resbaló. Pero él, la atrapó con sus
brazos antes de que uno de sus cabellos tocara la tierra. Por un segundo se
detuvieron a mirarse el uno al otro. Observándose como el primer día en que sus
almas se conocieron. Atrapándose con los ojos como si jamás se hubieran visto
en sus vidas. Dos sonrisas llenas de amor se dibujaron en sus rostros, y toda
oscuridad se apagó al instante.
-Te extrañé mucho- dijo él.
-Yo también mi amor- contestó ella
acariciándole la húmeda mejilla.
Bajo aquella lluvia de primavera improvisada,
el latido que parecía estar a punto de sucumbir, renació más vivo que nunca. Y
así, ella y él, se besaron como nunca lo habían hecho. La lluvia que lloraba
del cielo, fue la chispa suficiente y necesaria para que la magia de ese amor
verdadero se despertara de su siesta primaveral bajo los mantos de la rutina.
Así, ya no hubo distancia entre aquellas dos almas que habían sido creadas para
soñar juntas. La vida, les hizo volver a mirarse.
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