lunes, 21 de mayo de 2012

"ella y él"

Ella tarareaba una vieja canción mientras regaba las plantas del jardín por la mañana. Él por su parte, no apartaba la vista de los apagados papeles sobre su escritorio. El día parecía tener algo diferente, como si el sol de todos los días fuese otro, y ese amarillo estuviera más vivo que nunca. Todo parecía recién nacido, las plantas recién brotadas, y hasta el aire se sentía como soplado por algún viejo manantial escondido. En los ojos de ella, todo era luz y armonía, pero de casualidad, su distraída mirada se desvió hacia la apartada figura de él. Se sonrió con agrado y aprobación, pero por dentro, una tristeza le hizo cosquillas, un dolor se movió. Sabía que aquel era el hombre de su vida, pero sus almas ya no nadaban juntas por el universo enamorado que habían construido juntos. Él jamás dejaba el trabajo, y nunca tenía tiempo para disfrutar de ver un atardecer, o simplemente, compartir una cena en el dulce silencio.


Aquellos resignados números no concordaban. Tantas fórmulas que iban y venían en algún lugar paralelo, pero que no lograban entenderse unas con otras. Ya cuando su mente parecía estar a punto explotar, miró hacia el jardín y la vio. Las mariposas bailaban entre la blancura de su vestido. Sus cabellos jugaban con la tibia brisa de primavera… Su figura y su amoroso susurrar, irradiaban una paz que hacía mucho tiempo él no encontraba. Sonrió y dudó si acercarse o continuar con el arduo trabajo de descifrar los viejos e inútiles códigos que en su escritorio yacían. La tentación era tan dulce, tan hermosa…

Casi como si alguien se hubiera enfadado, el cielo comenzó a encapotarse. Un montón de nubes rabiosas se formaron sobre todo el cielo que los rodeaba. La lluvia no demoró en comenzar a caer. Los cristales de agua caían por todo el jardín. El pequeño cachorro rubio como la arena, comenzó a saltar de charco en charco, y ella corría en busca de que entrara. Al otro lado, cuando él se percató de que llovía, su mirada se desvió nuevamente hacia el jardín y se quedó contemplando aquella imagen. Las dudas se extinguieron y salió corriendo en su ayuda.

Corrían y corrían, y la lluvia en menos de un eterno segundo, ya los había bañado por completo. Ella saltó en el último intento de agarrar al joven cachorro, y se resbaló. Pero él, la atrapó con sus brazos antes de que uno de sus cabellos tocara la tierra. Por un segundo se detuvieron a mirarse el uno al otro. Observándose como el primer día en que sus almas se conocieron. Atrapándose con los ojos como si jamás se hubieran visto en sus vidas. Dos sonrisas llenas de amor se dibujaron en sus rostros, y toda oscuridad se apagó al instante.

-Te extrañé mucho- dijo él.
-Yo también mi amor- contestó ella acariciándole la húmeda mejilla.

Bajo aquella lluvia de primavera improvisada, el latido que parecía estar a punto de sucumbir, renació más vivo que nunca. Y así, ella y él, se besaron como nunca lo habían hecho. La lluvia que lloraba del cielo, fue la chispa suficiente y necesaria para que la magia de ese amor verdadero se despertara de su siesta primaveral bajo los mantos de la rutina. 

Así, ya no hubo distancia entre aquellas dos almas que habían sido creadas para soñar juntas. La vida, les hizo volver a mirarse.    

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