Quizás mis versos no
llegaron a tiempo. Tal vez el sol no se ensambló cuando debía. Y la
consecuencia arde como añeja herida que no ha podido superarse.
Ahora solo me queda pedirte
perdón. Perdón por ser una rutina con patas y un reloj que jamás agota su pila:
perdón por no haber pausado al tiempo y hacerme una tarde para los dos.
Perdón por haber seguido de
largo cuando aún llorabas cansada sobre la misma historia de siempre. Perdón
por hacer de una crónica una hoja arrugada en la basura.
Perdón por callar mis dudas
cuando la disposición sí estaba. Perdón por no llamar (volver a llamar) si no
estabas por el momento: ahora suena, suena y suena… y solo hay un muerto
silencio.
“Fui a destiempo y por eso
nunca llegué…”
Pero gracias. Gracias por
estar ahí aunque el invierno fuese vida a nuestro alrededor. Gracias por el
amor que en silencio siempre me golpeaba. Gracias por venir cuando sabías que
no estaría. Gracias por las palabras proyectadas al futuro. Gracias por ser y
haber sido. Gracias.
Y aunque no estés… “¿Cómo le
va?”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
¡gracias!