jueves, 13 de agosto de 2015

"Nada más que luz"

Hay un momento,
a veces un segundo
y otras un par de minutos,
pero existe un encuentro,
un tramo de tiempo muerto
que un día decide transformarse
y desde su fría soledad
sube,
sube,
sube
y todo cambia para siempre.

El reloj lo indica formal,
a veces en punto, a veces casi,
pero el resultado es igual:
trepan
y suben directo hasta el cielo
tu suspiro, mi suspiro
y el mundo se sonroja,
y desde entonces
ya nada vuelve a ser igual
entre tú y yo,
entre la esperanza y el dolor.

Todo despierta,
la vida vive de repente,
la música suena más fuerte,
el agua fluye en el silencio,
y tus ojos, mis ojos
se abren transparentes,
ahora todo tiene destino:
el ayer existe tenue
y el mañana ríe a la espera;
el hoy se nos vuelve electricidad
y toda cobra sentido.

¿Qué sería del ritmo natural
del viento y las calles
del tiempo y los cuentos
del silencio y los recuerdos,
si de vez en cuando,
al vivir su antojo de escapar,
el papel no estuviese abierto
y el vacío estuviese siempre lleno?
Porque de eso se trata
el juego del amor y la vida:
estar dispuesto al milagro.

Un día como cualquier otro,
en el desliz de algún dios,
la tinta dejará de ser suficiente
y las palabras perderán sabor,
por que en ese mágico entonces,
todo será distinto a como lo ha sido siempre:
asomará
y subirá
y subirá
y tan alto como jamás nada ni nadie
la luz se prenderá al tiempo.

Y desde ese entonces,
luz…
luz aquí y allá,
luz…
y nada más que luz
después de la tormenta. 

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