lunes, 7 de septiembre de 2015

"Escribir... y solo escribir"

¿Qué? No me mires así. Yo no fui. Fuiste… ¿vos? No sé quién fue. No creo que haya sido alguien, sino más bien algo. Bueno, no sé. ¿Por qué debería habernos pasado algo? O sea, sí, algo nos pasó; ya no somos lo que éramos. Pero ello no implica que haya tenido que pasar algo, puede simplemente haberse dado así.

Tomé otros caminos y vos seguiste por los mismos de siempre. Tarde o temprano nos íbamos a alejar; era previsible. En mi nuevo mundo no hay lugar para renglones profundos ni para puntos suspensivos. Al contrario, no existen los sentimientos ni hay lugar para la filosofía; las líneas son estrictas y las oraciones siempre andan –aunque con lo justo– bien vestidas.

Lamentablemente es así. Allí se trata de decir la verdad y de ser fiel al lector. Contigo… contigo solo somos tú y yo. Y la fidelidad solo tiene lugar si el corazón así lo indica. Allí lo único que escucho es el borboteo ansioso de un montón de teclas políticamente correctas. Entre nosotros… podía escuchar al mundo siendo mundo y vida. Tú y yo éramos vida y a la vez mundo; perdidos entre las letras jamás había problemas ni llamadas para rectificar información.

Nada estaba bien o mal; las cosas eran y vivían para siempre. Ahora solo escucho diferentes miradas de lo mismo, todas velando por sobre sus intereses. A veces me encuentro escribiendo sobre algo que ni siquiera entiendo… y tampoco comprendo a quién podría interesarle. Una realidad tan cercana pero lejana a la vez. Un universo que nos miente sin importar lo que hagamos. Y, mientras tanto, al alcance de nuestra propia alma, vive el encuentro más sincero de todos; el del papel y la sinceridad con uno mismo.

Son distintos. Cada uno con su pasión. Pero yo te extraño. Te extraño a vos. Con tus oraciones largas e indefendibles y con tus desordenes de tiempo. Te extraño con tus personajes y con tu lejanía de la realidad; extraño esos viajes en el tiempo al alcance de un verso. Extraño vivir a través de otros… y que todo concluya en un sueño al final del último párrafo. Extraño esos días en los que los asesinos no eran tan malos… porque también respiraban. Extraño esos tiempos en los que los malos podían hacerse buenos y los buenos más buenos. Extraño que el sol se derritiese sin que nos diéramos cuenta.

Extraño escribirnos sin pensar. Escribir y sentir. Escribir y vivir. Escribir… y solo escribir.

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