sábado, 14 de enero de 2017

"Por favor, no respondas"

Querida vos,

¿qué tal? ¿Cómo estás? Espero que mejor que la última vez que nos vimos, incluso mejor que la última vez en la que hablamos. Antes de seguir, quiero pedirte un favor: por favor, no respondas esta carta.

Ayer, pasada la medianoche, me senté en el balcón y me quedé mirando el cielo. De manera instantánea, mi mente se puso a repasar el día que hacía tan solo unos minutos había terminado. Y de repente, me di cuenta de algo: ¡cuántas noches que llevo durmiendo en mi propia cama! Y eso, indefectiblemente, me llevó a pensar en vos, y en aquel nosotros que una vez existió. Ojo, que no se malentienda: no solo me acordé de las sábanas y sus nudos, sino de las charlas, las miradas y las madrugadas de series y aceitunas con morrón.

Una cosa llevó a la otra, y cuando quise acordar, ya tenía los auriculares puestos y estaba por reproducir tu música. Y lo hice. Y más me acordé. De nada sirve preguntarme bobadas como qué nos paso, porque la respuesta es más que evidente, pero igual me lo pregunto. Por momentos, recuerdo las sonrisas, los silencios y hasta cómo se sentía el aire cuando estábamos juntos. Sin embargo, ese mismo aire se vuelve pesado cuando recuerdo las no-sonrisas. Y todo se llueve en mi mente como una puñalada amarga que me recuerda todo lo que sufriste, sufrimos y sufrí. Y ahí recuerdo que el amor no alcanzó para salvarnos.

Tan lejos. Literal y musicalmente hablando. Se me hace complicado y extraño pensar en el presente y recordar los viajes que íbamos a hacer, los sueños que comenzábamos a plantar y las puertas que habíamos empezado a abrir. Me pregunto cómo nos hubiese ido en Machu Picchu. Si este verano habríamos vuelto a Piriápolis. Si detrás de tus lágrimas, por fin, asomaría una sonrisa de esas que vienen del alma. Igualmente, lo único que en realidad me pregunto y quisiera saber es cómo estás. Quiero creer que estás viva. Quiero creer que encontraste caminos que te hicieron salir adelante y te regalaron sonrisas. Quiero creer que la tormenta dejó de consumirte y que, por fin, lograste encontrar alguna luz entre tantos pesares.

Algo en mí siempre te tendrá presente y siempre se las ingeniará para traerte a mis pensamientos. Quizás todos los días, quizás de vez en cuando. No lo sé. Espero algún día cruzarnos. Espero que, entre la multitud, sepamos que no somos dos desconocidos. Y espero que puedas regalarme una sonrisa.

Apenas recuerdo el motivo de esta carta. Lamento decir que, tal vez, solo necesitaba hablar conmigo mismo. Como sea, donde quiera que estés, espero que algo u alguien te sonría para que recuerdes que siempre se puede estar mejor y que tocar fondo siempre será la oportunidad más firme para empezar otra vez.

Con sincero cariño,


yo.

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