¿Cómo estás? ¿Cómo has
estado? Vengo a hablarte por un rato, para saber cómo andás y para decirte
algunas cosas que estuve pensando en los últimos días, sobre todo después de ver
algunas cosas que has dicho o escrito por ahí.
Mirame a los ojos y decime:
¿qué estás haciendo? Vos y yo conocemos muy bien esta historia, desde cómo
empieza hasta cómo termina. ¿De verdad querés volver a pasar por eso? No lo
creo –al menos, yo no quiero–. ¿En serio pensás que lo que sentís ahora puede
llegar a ser más fuerte que lo que vas a sentir después? Y ambos sabemos que no
me refiero precisamente a que lo que sentís ahora se vaya a transformar en algo
más lindo y más fuerte: eso también va a pasar, pero no será el final. Eso
puede que vaya en el medio, quizás un poco más cerca del desenlace. Pero peor
será entonces. El final lo conocemos muy bien, siempre lo supimos. Ambos
terminaremos tirados en el piso, con el corazón desangrado y con el deseo
intacto de no querer volver a enamorarnos nunca más.
No lo hagas. No vuelvas a
hacerlo. Así estamos bien, ¿no? Vos mismo me dijiste un montón de veces que
ahora tu vida tenía más sentido, que le dedicabas más tiempo a cosas que
considerabas que realmente tenían valor… en vez de estar todo el día pensando
en cuánto falta para la hora del beso. ¿Vas a perder todo lo que ganamos en
este tiempo por las ganas que tenés de darle un beso? No es justo que lo hagas.
No te merecés eso –no me merezco eso–. ¿Vas a dejar que tu vida vuelva a girar
por los mismos campos? Por favor, no ahora. Date más tiempo. Date más aire.
Date más de vos. ¿Dónde quedó aquella promesa de un año sobrio?
¿Te acordás cuando dijimos
que tenías que quererte antes para amar después? ¿Te parece que ya llegó ese
después? Creo que no. Creo que te estás dejando llevar, que estás dejando que
cada cosa te arrebate el pulso de manera tal que puedas sentirte vivo, aunque
sea por unos segundos. ¿Pero eso es vida? ¿De verdad? No. No lo es. Vida es lo
que hemos venido sintiendo en los últimos meses, dedicándonos tiempo a nosotros
mismos. No me dejes ahora… estamos tan cerca de encontrar nuevos caminos,
nuevas aventuras, de cumplir tantos sueños o de empezar a soñar otros. No te
vayas. Por favor.
Sé que ella es diferente,
que tiene muchas cosas que de verdad te gustan, que por momentos te gustaría
pasar toda la tarde a su lado. Pero… ¿de verdad es el momento? No lo creo. Al
menos, eso pienso yo, que te he seguido los pasos desde el día en que naciste:
nadie podría negar que he estado pegado a ti como una sombra. Créeme: sé de lo
que te hablo. No nos conviene, no es el momento, no es la oportunidad. Si lo
pensás por un minuto, incluso su propia situación te hará entender que no es el
momento: su corazón no está abierto para ti. ¿Vas a esperar a que lo esté? No
te merecés eso. No tenés por qué esperar eso.
Respirá hondo… y seguí
caminando por las mismas calles que veníamos frecuentando en las últimas
semanas. Respirá hondo… y seguí, no te detengas. Por favor. No vuelvas a
olvidarme, no vuelvas a olvidarnos, no vuelvas a olvidarte. No vuelvas a dejar que todo se vaya por la
borda.
Yo te digo que no…. pero vos
hacés lo que quieras.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
¡gracias!