Teje la tinta entre los blancos
una historia de naturaleza sencilla
y de impacto renacentista,
teje y no se pregunta
y de impacto renacentista,
teje y no se pregunta
por cómo debería de ser
o si fue lo correcto,
simplemente recorta momentos
o si fue lo correcto,
simplemente recorta momentos
y estampa besos hechos latidos.
Bajaba la lluvia desde el cielo
hundiéndose en el medio de la noche
cuando las siluetas pocas iban y venían,
cuando las siluetas pocas iban y venían,
cuando el silencio era para dos, tal vez tres,
y cuando caminando iba
y cuando caminando iba
alejándome de la rutina bien peinada,
buscando un viento con sabor a menta.
Ella venía desde más lejos
pero el destino prematuro
estaba escrito como unión de corrientes,
ella venía desde lejos
hasta que de pronto, venía desde cerca
y su huella y mi huella
cayeron distraídas en el pozo clausurado.
Nos hundimos, nos caímos y nos vimos:
la desconocida que también se había perdido (y yo).
La vi y me enamoró,
la escuché y me despertó,
la sentí rozando mi mejilla por error
y quise ser siempre un error,
la ayudé y se presentó,
la miré y no contesté.
Me miró y no la miré,
me habló y no le hablé.
me habló y no le hablé.
La desconocida era ahora conocida
y aquello que quemó por ser nuevo
se volvió aburrido y empapado de conocimiento.
Desconocida…
¿nos olvidamos
y prometemos no volver a conocernos?
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