viernes, 15 de febrero de 2013

"¡Buenas y santas!"


“¡Buenas y santas!”,
vociferé tras pasar el vaivén
a quienes estaban y a los que no,
sabiendo que no era ni mal ni bien venido,
pero igual entré
e hice notar mi trunca presencia.

Como fantasma sin tumba
caminé lenta y cabalgadamente
hasta alcanzar una poltrona,
solicité la bebida de los sureños
y observé los rostros embebidos:
asesinos, apuñalados y casi ángeles.

El hedor a suicidio asistido
y el cansancio de los anónimos
hacía reunir en mi mente vahida
pistas con conclusiones
hechos con alucinaciones;
la circunstancia era evidente.

El vaivén vibró en la entrada
y fue la razón suficiente y bien teñida
para resolver el misterio
y cocinar las enigmas:
aquel era el cielo sin paraíso
que me había ganado en la guerra.

¿Se entendió?
¡Buenas y santas!

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