martes, 5 de diciembre de 2017

"Ya casi es lo suficientemente tarde como para empezar a ponerme nervioso" (*)

Ya casi es lo suficientemente tarde como para empezar a ponerme nervioso. Bueno, “nervioso”. No tengo ni tendría por qué estar nervioso. ¿De qué me sirve? ¿De dónde vendrían esos nervios? Quizás no sean nervios; parecería ser otra cosa. Algo más como… no sé. Es extraño. Sé que a veces me persigue durante el día, pero al caer la noche es cuando más me inquieta. Porque allí todo comienza a perder el sentido y a sentirse irreal.

Espero la noche. Desde hace días que la espero. Porque sé que al caer el Sol comenzará la función: ese espectáculo que noche a noche montamos hasta la madrugada. No puedo evitar pensar en ese primer mensaje que abrirá el telón: ¿qué bobada vamos a decir primero? Tarde o temprano, algo se nos ocurre. Y allí salimos. Con la noche como único testigo de este juego hambriento y clandestino que nos invita a mirarnos desde lejos. Vos acá y yo allá.

No sé a dónde vamos. Tampoco sé si es bueno preguntármelo demasiado. He dejado que el viento me lleve hacia donde vos quieras. O mejor dicho, hacia donde vos no quieras. Solo sé que pregunto y escucho y que esos nervios, que no son nervios, aumentan. Algo se enciende. Algo vive de repente. Algo en mí se olvida del mundo y de los demás. Y solo puedo girar entre nuestros reproches tontos.

No lo entiendo. Tampoco intento hacerlo. Simplemente es. Y lo dejo ser hasta el punto en que sienta que nadie puede ser lastimado. Pero, al fin y al cabo, ¿quién mide cuán profunda debe ser una brecha para herirnos el alma? No lo sé, pero el tiempo gira entre los dos. Y cuando quiero acordar, la noche viene de regreso. Y con ella, vos.

(*): escrito hace un par de años.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

¡gracias!