alguien me dijo con antojos
que lo que más le gustaba
eran los por qué.
A todo
le buscaba un por qué,
lo saboreaba
le cambiaba la ropa
y luego lo guardaba
en su archivo clandestino.
Me quedé
allí entre preguntas,
mirándola
y buscándole un sentido
a aquellas afirmaciones,
la miré
con los labios en forma de cuestión
y le dije:
¿por qué?
Me contó,
por ejemplo,
que con esa política
y filosofía de investigar
descubrió
por qué nos enamoramos
y por qué vivimos enrutinados
y hasta el por qué
de que exista un por qué.
Y así me perdí…
“Nos enamoramos
porque somos enamorables
y cuando nos pican con los ojos
nos pinchan las hormonas
y esas hormonas alocadas
se vuelven primavera en la sangre”,
explicaba entre comillas la señora del por qué.
“Y hay un por qué para todo
y por eso lo disfruto
porque mi vida no tiene un sinsentido
porque mi camino no vive de vacíos
porque el destino ya me contó sus vueltas”,
decía entre regocijos y antojos.
que lo que más le gustaba
eran los por qué.
A todo
le buscaba un por qué,
lo saboreaba
le cambiaba la ropa
y luego lo guardaba
en su archivo clandestino.
Me quedé
allí entre preguntas,
mirándola
y buscándole un sentido
a aquellas afirmaciones,
la miré
con los labios en forma de cuestión
y le dije:
¿por qué?
Me contó,
por ejemplo,
que con esa política
y filosofía de investigar
descubrió
por qué nos enamoramos
y por qué vivimos enrutinados
y hasta el por qué
de que exista un por qué.
Y así me perdí…
“Nos enamoramos
porque somos enamorables
y cuando nos pican con los ojos
nos pinchan las hormonas
y esas hormonas alocadas
se vuelven primavera en la sangre”,
explicaba entre comillas la señora del por qué.
“Y hay un por qué para todo
y por eso lo disfruto
porque mi vida no tiene un sinsentido
porque mi camino no vive de vacíos
porque el destino ya me contó sus vueltas”,
decía entre regocijos y antojos.
La miré,
sin cuestiones
ni reproches…
la miré
y me di cuenta
que indefectiblemente
tenía razón:
el por qué
está atado al porque
y un porque
vive en relación
con la vida vivida.
sin cuestiones
ni reproches…
la miré
y me di cuenta
que indefectiblemente
tenía razón:
el por qué
está atado al porque
y un porque
vive en relación
con la vida vivida.
Me levanté
y me fui de esa noche de noviembre.
Y ya de camino a casa,
con la cabeza gacha
y esperando en el semáforo
pensé en voz alta
“menos mal
que la escuché sin motivos…”.
y me fui de esa noche de noviembre.
Y ya de camino a casa,
con la cabeza gacha
y esperando en el semáforo
pensé en voz alta
“menos mal
que la escuché sin motivos…”.
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