lunes, 5 de noviembre de 2012

"Himno a la mujer ajena"


¡Qué linda te veías
cuando aún sin engaños
te paseabas rebelde y cariñosa,
natural y sin palabras,
única e igual a todas
entre sus brazos mentirosos!
¡Qué linda y deseosa te veías!

Todavía recuerdo
cómo lo mirabas con tus labios,
esos que a veces eran rojos y otras verdes,
¡ah cómo les gustaba perderse
entre sus sábanas sin horas!
Allí estábamos los tres
hundidos en dos mundos diferentes.

Y sus pieles se hacían noche
y la noche se volvía día
y el día se reía del tiempo
y el tiempo huía del compromiso
y el compromiso se alejaba de tus dedos.
Allí estaba entre sus labios,
la verdad escondida y tendida en el cielo.

¿Cómo no lo saboreaste?
Acaso… ¿realmente sentiste?
Llegó el invierno a tu primavera
y se ahogaron los besos
y se rieron los relojes de tus días
y me quedé sin función.
Pero qué linda te veías…
perdida entre sus brazos
y escondida en sus palabras vacías.

Pero no,
ya te ha abandonado
y aquello que se me hacía apetitoso
por ser presa y mujer ajena
y aún más, por ser loba ajena,
ya no es deseoso en mi paladar,
¡ah no!
Qué linda te veías en sus brazos,
qué frágil e insulsa luces a mis pies. 

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