sábado, 28 de octubre de 2017

"Sobre los besos a la noche"

Dame uno, dos, tres y empecemos otra vez. Démosle la vuelta al tiempo y volvamos a contar desde cero: dame uno, dos, tres y empecemos de nuevo. Que la lluvia no nos moje. Que el frío no nos congele. Que las ideas no nos distraigan. Que la música no nos afloje. Que el reloj no nos separe. Que la rutina no nos condene. Que la gente no nos mire ni comente. Que la noche no nos arrebate las ganas de empezar una y otra vez.

Allí va uno y también vuelve otro. Girando van y vienen sobre sí mismos, como dos burbujas que hacen del aire un viento de jabón y sal, como dos jirones de primavera que se vuelven una sola cometa, como dos ritmos que laten al compás de un huracán, como dos hormonas que adolecen y nacen de nuevo, como dos palabras que se miran de oración a oración, como dos varetas que se enlazan a una misma luna, como dos chispas que suben, trepan y explotan engreídas en el cielo de diciembre. Allí van, como un par de besos envenenados por la magia de la noche.

Saltan de tu boca a la mía y de mis labios a tu cuello. También llegan las cosquillas, las mordidas, los espasmos y la piel erizada. Por allá aparece un temblor, un par de mejillas sonrojadas y los ojos se entrecierran. Una sonrisa asoma tímida, un labio se muerde a sí mismo y la espalda se contrae. El perfume se derrite, el Sol nos apuñala las entrañas, el ardor se vuelve temprana adicción y ya solo nos queda bebernos como dos deseos que se encuentran puntuales en algún rincón de la noche.

Y de repente, cuando la aurora despunta tibia en el horizonte de la ciudad, más allá de los edificios, el último beso grita victorioso: allí se fue otra noche que valió la vida.

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